Manual de supervivencia para moverse por Barcelona

Manual de supervivencia para moverse por Barcelona

Sevillanas, New Jerseys y otros trastos complican andar, pedalear y conducir por la ciudad

Publicado en La Vanguardia el 23 de julio de 2020 |Luis Benvenuty

Grandes bolas de hormigón están brotando estos días en las nuevas aceras de color celeste de la calle Rocafort. Una mujer las fotografía sorprendida. “Me parecen surrealistas ¿para qué sirven?”, dice perpleja. Son los últimos obstáculos en aparecer en el espacio público de Barcelona. El empeño del gobierno de la alcaldesa Ada Colau en encontrar una movilidad más sostenible y adecuada a estos extraños tiempos está llenando la ciudad de una gran variedad de armatostes.

Vallas de toda la vida, New Jerseys de hormigón y sus hermanas pequeñas de plástico, y también aceras amarillas sobre la calzada y bancos de piedra y chaflanes celestes como el cielo… y muchas sevillanas, una suerte de bolardos de plástico y aires efímeros últimamente empleados para indicar a los ciclistas por dónde han de pedalear, señalar la presencia de una terraza de bar plantada en el asfalto, dar al peatón una ilusión de seguridad…Y ahora, encima, las nuevas bolas de hormigón. Muchos necesitan ya una guía para conducir, pedalear y caminar por esta nueva Barcelona, un manual de supervivencia ciudadana.

Una bañera, ayer, en la nueva acera de la calle de Consell de Cent (Llibert Teixidó)

Estas bolas de hormigón están instaladas en los chaflanes de las nuevas aceras pintadas de celeste sobre la calzada de la calle Rocafort, entre la Gran Via y la avenida Roma. En estos momentos son unas 30, pero la operación continúa abierta. En el cruce con la calle Aragó se encuentran otra media docena aún embaladas. Son de dos tamaños. El diámetro de la más grande alcanza la entrepierna del ciudadano medio. A los taxistas no les hacen gracia porque los clientes siempre les piden que se detengan en el chaflán. A los ciclistas, a los en verdad principales usuarios de las nuevas aceras, tampoco les gustan. De repente tienen que esquivarlas. Y a los peatones les traen sin cuidado. En esas bolas no puedes ni sentarte, y si pudieras no lo harías ¿quién quiere sentarse junto a un ir y venir de tubos de escape? En Twitter el cachondeo es mayúsculo.

Estas bolas son un cuestionable intento del gobierno de Colau de no repetir los desaguisados cometidos en las ampliaciones de las aceras de la Via Laietana primero y de Girona y Consell de Cent después. La idea del ejecutivo municipal siempre fue ampliar las zonas peatonales para que la gente pueda caminar guardando las distancias recomendadas, y de paso restringir de un modo drástico el uso del vehículo privado. Pero los frutos no son los de iniciativas más maduradas como la supermanzana del barrio de Sant Antoni o la dignificación de los chaflanes de muchos colegios del Eixample. Últimamente todo tiene tintes de provisionalidad, extremo rebautizado por la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, con el eufemismo de táctico. El resultado es que la gente apenas camina por estos nuevos espacios.

Rocafort con Consell de Cent, con furgoneta aparcada en zona incorrecta (Llibert Teixidó)

Badenes agresivos: Los motoristas denuncian la contundencia del instalado en Rocafort

Los chaflanes celestes y sus bolas intentan evitar que los cruces de las nuevas zonas peatonales sobre la calzada de Rocafort se conviertan en un punto ciego, como ocurre en Consell de Cent y Girona. Caminas por las aceras amarillas de Consell de Cent y Girona y en cada chaflán te encuentras contenedores de basuras, New Jerseys de hormigón y a ratos montones de desperdicios haciendo esquina. Entonces has de volver a la acera de siempre y coger la primera a la derecha para cruzar por el semáforo. Y quién quiere sentarse junto a un trasiego de coches. A la postre los nuevos bancos de piedra allí instalados funcionan como área de descanso de repartidores en bici, y la nueva acera como su vía rápida. Y cuando la sucesión de bancos queda interrumpida pues enseguida te topas con transportistas y su furgoneta, cargando y descargando. Además, muchos motoristas aprovechan estos huecos para adelantar por la derecha. En Rocafort tratan ahora de driblar estos inconvenientes con bolas. Lamentablemente esta iniciativa tampoco cumple sus objetivos. A pesar de que aquí también se peatonalizaron los chaflanes, aunque sacrificaron plazas de aparcamiento para que el peatón se sintiera más cómodo, pese a que incluso se instalaron nuevos semáforos, la gente sigue sin caminar por estos nuevos espacios peatonales, aunque sean celestes.

Rocafort con Consell de Cent, con un ciudadano caminando entre las grandes bolas de hormigón (Llibert Teixidó)

Los armatostes están por todas partes. A veces uno se sorprende contemplando uno mientras se acaricia el mentón y se pregunta qué diantres… En verdad todo arrancó a finales de mayo en la Via Laietana, con sus sevillanas amarillas y blancas. Las sevillanas suelen ser verdes y blancas, de ahí su nombre. Pero el Ayuntamiento quiso que las de la Via Laietana hicieran juego con la cola de Marsupilami. Es una broma. Así es cómo el propietario de la tienda de cómics Continuará bautizó estas nuevas aceras. Marsupilami es un personaje cuya larga cola amarilla con motas le mete en muchos líos. Se suponía que estas sevillanas tenían que transmitir seguridad al peatón que camina sobre este trozo de calzada pintado junto al carril bus. Pero nadie se siente a gusto ahí, sobre todo cuando se estrecha. Al final algunos ciclistas y patinadores hicieron de estas nuevas aceras un inquietante carril bici. A ellos tampoco les gusta.

Un coche estacionado en la nueva acera (Llibert Teixidó)

¿Y vieron el nuevo badén de Rocafort junto a la avenida Roma? Si vas en coche espetas un exabrupto, y si vas en moto luego cuentas que casi te matas por culpa de otro cachivache. Y este badén de badenes no es único. Los conductores tampoco van contentos. El Ayuntamiento debería repartir en los semáforos panfletos sobre los cortes de tráfico. La Via Laietana, los fines de semana; Aragó, un domingo cada tres meses… y estos días el Ayuntamiento está ultimando restricciones al tráfico en 34 calles secundarias. Barcelona, que siempre fue única y predecible, se está convirtiendo en una caja de sorpresas: furgonetas, incívicos en patinete, gente saliendo del taxi, nuevos y tácticos carriles bici… A los dueños de muchos vados tampoco les agrada. Y con las peatonalizaciones crecen las zonas 30, que en teoría son vías compartidas por conductores y ciclistas, pero a su vera siguen discurriendo carriles bici. Apaño sobre apaño.

Hace años que la vía pública de Barcelona se reparcela una y otra vez: la maraña devino en galimatías. ¿Recuerdan la polémica sobre el exceso de información en el asfalto del cruce de Cartagena y Provença? Los inconvenientes se acumulan reforma tras reforma. La provisionalidad, lo táctico, echa raíces. Entre Girona y Diagonal confluyen la nueva acera… y los carriles bici de la calle y de la avenida. El de la Diagonal aún discurre sobre su tramo peatonal de siempre. Un viejo problema ahora agravado. La proliferación de trastos alimenta esta tendencia. Todo se antoja provisional.

Reforma sobre reforma: cada iniciativa trata de solventar los errores cometidos en la anterior

Bajas por Balmes, al volante, y un bosque de sevillanas te da la bienvenida a Pelai. Una de ellas aplastada despierta dudas sobre su eficacia. Flechas amarillas te dicen que has de girar a la izquierda. ¿No se puede ir por Pelai? No, está en obras. ¿Y el de delante por qué frena? ¡El semáforo está en verde! Y entonces el de delante deja a un lado la última sevillana y cambia de carril, de un modo extraño, y entra en Pelai. Ah… pues yo también, te dices. “Oiga –te advierte un conductor de bus–… eso no se puede hacer”. “Yo qué se… ¡lo hacen todos!”. “Pues no se puede ¡esto es el carril bus!”, repone el del bus, de un modo cansino.

Unas jardineras en el cruce de Consell de Cent con la calle Calabria (Llibert Teixidó)

Y aquí el peatón también se muestra confuso, sobre todo cuando le pitan y da un respingo. El Ayuntamiento de Barcelona anunció que también ampliará pronto la acera del lado mar de Pelai. Pero por ahora solo encuentras una sucesión de New Jerseys del modelo pequeño y de plástico sobre el asfalto del lado montaña, entre la plaza Universitat y la calle Bergara, una sucesión de New Jerseys que en principio parece dispuesta para ampliar la acera del lado montaña. Pero no está claro. ¿Por qué no pintaron el suelo? ¿Por qué no es amarillo o celeste como el resto de ampliaciones? Y encima las frecuencias semafóricas hacen que a ratos el último tramo de Balmes aparezca diáfano. Entonces te pitan, das un respingo y correteas hasta la acera de siempre. ¿Pero no se suponía que las sevillanas eran para proteger al peatón? ¿No las pusieron para eso en la Via Laietana? Quizás las nuevas aceras de la ronda Universitat resulten más efectivas. ¿De qué color la pintarán? Este proceso no terminó.