El arquitecto tenía el privilegio de guardar en su memoria conversaciones de su padre con el mismo Gaudí
Publicado en La Vanguardia el 21 de junio de 2022
El director emérito de las obras de construcción de la Sagrada Família falleció a los 97 años. Joan Trias de Bes, miembro de la Junta Constructora del Templo, le recuerda como un maestro comprometido con su tiempo al que la actual generación de arquitectos debe rendir un «sentido reconocimiento».
La primera imagen de Jordi Bonet que viene a mi memoria se remonta al 7 de noviembre de 2010 con ocasión de la consagración de la Basílica de la Sagrada Família por Benedicto XVI. En un cierto instante, la retransmisión televisiva se detuvo en un primer plano del entonces arquitecto director de las obras del Templo. Jordi Bonet elevaba la mirada hacia las alturas de la gran nave central con actitud contemplativa. Era una imagen ciertamente histórica, y al mismo tiempo poética. El Arquitecto contemplaba la obra que le había tenido ocupado más de 25 años, como si pasaran por su mente innumerables recuerdos de horas de trabajo, decisiones complejas y finalmente, la celebración del resultado.
En aquel momento, desde la avenida de Gaudí, junto a una multitud que seguía el transcurso de la ceremonia, yo no podía imaginar que pocos años más tarde tendría el honor de formar parte del Patronato de la Junta Constructora de la Sagrada Família. Y con ello, la oportunidad de conocer personalmente a Jordi Bonet.
Nuestro primer encuentro fue precisamente en el interior de la Basílica. Me presenté, y su reacción fue ofrecerme una entrevista personal. A los pocos días me recibía con la amabilidad con que los maestros atienden a sus seguidores. Mantuvimos una larga conversación en la que compartía recuerdos de episodios de la construcción del Templo y también expresaba su visión de la continuidad de las obras. Quizás, al verme en cierto modo apabullado por la dimensión de la Sagrada Família, me dijo: “… Joan, amb el temps comprovaràs que la construcció de la Basílica és providencial…”. Transcurrido el tiempo, he podido recordar y constatar en diversas ocasiones aquella frase serena y esperanzadora.
En la etapa que he vivido en el seno del Patronato de la Junta Constructora, he tenido otro privilegio; conocer a Jordi Faulí i Oller -actual arquitecto director de las obras- quien se refiere a Jordi Bonet como un “Maestro”. En las conversaciones sobre la construcción del templo son constantes las alusiones a su predecesor. Al visitar la Basílica emergen muchas de las decisiones asumidas por Jordi Bonet. Por señalar una muy significativa, la determinación de construir en rasilla cerámica los grandes hiperboloides de la cubierta de la nave que configuran los espléndidos lucernarios.
Jordi Bonet fue un arquitecto con extensa actividad profesional, comprometido con su tiempo, al que la actual generación de arquitectos y barceloneses debemos rendir un sentido reconocimiento.
Desde su juventud estuvo implicado en la construcción de la Basílica. Algunos de los recuerdos que compartía se remontaban a su etapa de estudiante, cuando iba a recuperar fragmentos de maquetas de yesos en los vestigios destruidos del recinto de la Sagrada Familia. También tenía el privilegio de guardar en su memoria conversaciones de su padre con el mismo Gaudí. En 1985 asume la dirección de las obras del Templo, siguiendo la estela de los sucesores de Gaudí: Sugrañes, Quintana, Puig Boada, Bonet Garí i Cardoner, en un periodo de dificultad económica.
Aun así, la ilusión por llevar a cabo el proyecto de la Sagrada Família se abría paso a costa de explorar las complejas soluciones geométricas legadas por Antoni Gaudí, en un periodo en el que incorporó de manera clarividente herramientas de dibujo de programas de procesos numéricos. Jordi Bonet debió realizar innumerables paseos imaginarios por la Sagrada Família. Paseos visuales que pudieron pasar por su mente -esta vez hechos realidad- aquella mañana de la consagración de la Basílica, el 7 de noviembre de 2010.