Nueve joyas de la arquitectura en España que destruimos por especulación o desconocimiento

Nueve joyas de la arquitectura en España que destruimos por especulación o desconocimiento

El mercado de Olavide, la fábrica de lápices Hispania de Ferrol o el cine Trianón de Valencia son solo algunos de los grandes hitos arquitectónicos que no consiguieron escapar de su demolición

Publicat a El País el 12 de setembre de 2019

El célebre –y polémico– caso de La Pagoda proyectada por el arquitecto Miguel Fisac no es una anécdota en el paisaje urbano de nuestro país. Multitud de edificios singulares, con gran valor arquitectónico, sufrieron el mismo trágico final: el derribo. Unas veces debido a la especulación del suelo, otras por razones políticas o por el carácter temporal de su concepción, estos hitos arquitectónicos quedan solo como recuerdo del imaginario popular y académico. Es el momento de contar su historia y transmitir el valor de su legado.

1. Kiosco Canaletas (Barcelona). La joya modernista que resultó ser demasiado blaugrana

ARCHIVO DE LA COMUNIDAD DE MADRID

El proyecto original de Antoni Rovira i Trias consistía en un pequeño establecimiento de madera que vendía refrescos, café y agua. Construido en 1877, se situó en la zona alta de las Ramblas, en el tramo de Canaletas. Formó parte de una serie de intervenciones que el Ayuntamiento de Barcelona había encargado a este arquitecto, director de Edificaciones y Ornamentación del Ayuntamiento de Barcelona, para el desarrollo y la mejora del mobiliario urbano de la ciudad a semejanza de otras ciudades europeas.

Del primer propietario Feliz Pons, regente de una barraca de refrescos en la Plaza de la Boquería, pasó en 1901 a manos de Esteve Sala i Canyadell, que tenía un bar en las proximidades del campo del Fútbol Club Barcelona. De 1901 a 1916 el kiosco vivió su etapa de máximo esplendor. Esteve había observado que los aficionados al fútbol se reunían en la parte baja de las Ramblas para comentar los resultados de los partidos y estableció un sistema de comunicación con el puesto de prensa situado allí abajo para preparar más intendencias en función de los resultados.

Debido al incremento de la clientela, Esteve encargó sucesivas ampliaciones y remodelaciones para mejorar los servicios del kiosco; entre ellas, la de Antonio Utrillo, que llevó a cabo un proyecto de estilo modernista que convirtió el kiosco en un icono. La afluencia de público continuaba creciendo, fueron incorporadas pizarras y paneles para anuncios; Esteve incluso llegó a organizar peñas de tertulianos. Su vínculo con el FCB fue tal que llegó a ser presidente del club entre los años 1931 y 1936.

Finalmente el kiosco fue demolido en 1951 por orden del alcalde Antonio María Serrano. Algunas razones apuntan al fuerte vínculo con la afición blaugrana y por tanto con el catalanismo, aunque el argumento oficial fue la intención de convertir las Ramblas en una vía más atractiva para los peatones.

2. Altar Congreso Eucarístico (Barcelona). Un hito espiritual con fecha de caducidad

QUADERNS D’ARQUITECTURA I URBANISME

Aquel 35º congreso eucarístico que tuvo lugar en Barcelona en la primavera de 1952 fue el primero después de la Segunda Guerra Mundial (el anterior se celebró en 1938 en Budapest en un ambiente ya crispado por la tensión entre ambos bloques). Este acontecimiento suponía el primer acto internacional del régimen franquista, bajo el lema “La eucaristía y la paz”, lo que supuso una importante agitación urbanística para la ciudad de Barcelona.

El altar, situado en la avenida Diagonal —en aquellas fechas avenida del Generalísimo— y diseñado por el arquitecto Josep Maria Soteras en colaboración con los arquitectos Vilaseca y Riudor, fue una de las imágenes icónicas de aquel momento. Era una construcción planteada como temporal desde su inicio, pero su particular arquitectura bien habría merecido su conservación.

La construcción debía responder a dos objetivos: el culto espiritual y la funcionalidad, con una correcta distribución de superficies y servicios. De aquí la solución conformada por un gran círculo, emblema eucarístico, a modo de baldaquín de 25 metros de diámetro sostenido por tres apoyos: fe, esperanza y caridad, traducidos en una cruz de 35 metros de alto y dos tornapuntas, con la que se buscaba acentuar la espiritualidad.

Todo situado sobre una peana pentagonal de cinco metros de altura sobre el nivel de la calle, a la que se accedía por la parte posterior, bajo la cruz situada en el vértice último del pentágono. En ella se alojaban desde una sacristía hasta un espacio para emisión radiofónica, servicios, cabinas telefónicas, almacén o espacios para cuerpos de seguridad y bomberos, todo ello oculto bajo la sombra del baldaquín. El baldaquín, que recordaba a los panteones, tenía perforado un óculo circular por el que pasaba la luz solar de día, y que por la noche era artificialmente iluminado.

3. Trianón Palace (Valencia). Un teatro estilo Luis XIV en un país ‘sin ley’

Promovido por el empresario Manuel Porres y encargado al joven arquitecto Francisco Javier Goerlich, de 28 años, ganó rápidamente la consideración de la prensa por su grandiosidad y ostentación. A pesar de sus vastas dimensiones con capacidad para 1.500 personas, fue construido en un tiempo récord de siete meses y se inauguró en diciembre de 1914 en la calle Pi y Margall, que hoy conocemos como Paseo de Ruzafa, en su confluencia con la calle de Convento de Santa Clara, cuyo solar ocupaba.

Goerlich concibió la construcción a partir de líneas modernistas. Decoró la fachada con distintos grupos de esculturas, mientras que el interior, obra de Luis Benlliure hijo, deslumbró por su vestíbulo estilo Luis XIV con una imponente escalinata central hacia el patio de butacas y dos escaleras laterales hacia el primer piso.

Había sido originalmente concebido como sala de variedades que ofrecía al público tanto teatro como conciertos, hasta que años después, debido a problemas financieros, fue rebautizado como Teatro Lírico y pasó a dedicarse exclusivamente al cine, lo que lo convirtió en la primera gran sala dedicada a esta actividad. Acabaría cerrando en 1948, cuando la falta de leyes de protección de la arquitectura permitió su derribo para la construcción de un nuevo inmueble.

4. La fábrica de lápices Hispania SL (Ferrol). Racionalismo ‘art decó’ y economía franquista

PATRIMONIO INDUSTRIAL ARQUITECTONICO

Su construcción fue promovida por un representante de material de escritorio que había observado los beneficios que daba la venta de lápices y plumillas. Era el año 1934 y, con el apoyo de un grupo de socios, todos vecinos de Ferrol, constituyó la fábrica de lápices Hispania SL, que ocupó unas edificaciones existentes de la ciudad. Fue en 1938, debido al éxito de la empresa, cuando decidieron la construcción del nuevo edificio.

Nemesio López Rodríguez fue el arquitecto encargado del proyecto que planteó un edificio de líneas sencillas y geometrías rectas, acorde con las características del racionalismo industrial que imperaba en aquellos años. Incorporaba también algunos elementos que recordaban a las formas del art decó, estilo que poco antes había tenido su lugar también en el país.

La fábrica comenzó con lápices y plumillas de acero pero también produjo lápices de colores, de carpintero, rotuladores, ceras… Durante los años cincuenta, llegó a producir 50 millones de unidades al año con una plantilla de más de 400 empleados. Todo un éxito. Pero la crítica situación de la economía española tras la autarquía, a finales de los sesenta, llevó a la implementación de unas medidas liberadoras que, en combinación con las políticas de austeridad, causaron mucho daño a ciertas industrias que no pudieron competir en la internacionalización de los mercados. Fue el caso también de Darro, la firma española de mobiliario que conquistó Múnich.

Tras aceptar que era imposible recuperar el espacio del mercado perdido, ocupado por países como China, Taiwán o Checoslovaquia, la sociedad acordó disolverse cuando se jubilase su plantilla, y acordaron la fecha del 30 de octubre de 1986 para su liquidación. Se vendió la fábrica y las instalaciones quedaron abandonadas, pendientes de un plan de construcción de un grupo de viviendas a pesar de aquellos que solicitaban su conservación para nuevos usos públicos. Finalmente fue derruida en 2012.

5. Garaje s.e.i.d.a. (Madrid). Un ‘spa para los coches’ en Chamberí

Sería un sueño que este edificio se hubiera conservado, no solo por su condición formal sino también por su particular programa de uso, que representa un tiempo en el que la urgencia no era como la de hoy. Proyectado por el arquitecto José de Azpiroz y Azpiroz en 1930, respondía con delicadeza a las líneas sobrias del racionalismo en sus formas más blandas, suavizadas por el redondeo de sus esquinas.

Sus cortas dos alturas, dotaban a las calles Espronceda y Fernández de la Hoz, a las que daba frente, de una armoniosa y agradable escala humana permitiendo un luminoso soleamiento de esta calzada. Esto contribuía a la condición de horizontalidad de este volumen que ocupaba una gran parte de la manzana, y que se veía reforzada por la delgada línea blanca de cornisa que remataba la cubierta.

Lo que más nostalgia produce de esta obra es, en cambio, su uso: un completo programa para atender al vehículo con un estándar de calidad de espacios y programas que lejos quedan de los lugares de paso que son los talleres de ahora. Se podía encontrar así una zona de taller, administración, servicios, área de venta de coches —tanto nuevos como usados—, gasolinera o amplias salas de espera e incluso un bar para hacer más amena la espera.

La gasolinera se situaba en el chaflán que culminaba en lo alto con una pilastra de alas, símbolo de la empresa. Como es deducible, una construcción de estas características, que tan poca rentabilidad sacaba al suelo, era presa fácil de la especulación en un barrio de tan alta demanda como es Chamberí.

6. Mercado de Olavide (Madrid). Un gran patio racionalista demolido sin razón

EL PAÍS

Posiblemente es uno de los casos más representativos de la pérdida del patrimonio arquitectónico nacional. Bien es cierto que su transformación en una plaza habría sido buena opción si se hubiese ejecutado contemplando aquella construcción proyectada por el arquitecto municipal Javier Ferrero Llusía, que constituía uno de los ejemplos más brillantes de la arquitectura racionalista madrileña. De hecho, su derribo, que tuvo lugar en el año 1974, fue altamente polémico.

El origen del mercado viene de la segunda mitad del siglo XIX, cuando empezaban a reunirse en la plaza algunos puestos de calle. En 1934, Ferrero recibió este encargo que pertenecía al plan de dotaciones con el que el gobierno de la II República trató de solucionar la falta de equipamientos de la época. La planta octogonal del proyecto resolvía hábilmente la situación urbana de la plaza. Situando el abastecimiento al frente, y un eje de acceso de vehículos hasta el interior del mismo.

El perímetro del octógono iba creciendo escalonadamente en altura hacia el centro hasta llegar al patio central que favorecía la ventilación. Su demolición fue llevada a cabo mediante voladura controlada, en un desencuentro absoluto entre el Ayuntamiento —que consideraba obsoleto el modelo de mercado que proponía— y el grupo de comerciantes, vecinos y arquitectos que defendían su conservación reconociendo su gran valor.

7. Motocine (Madrid). Una locura de hormigón ‘born in USA’

COMUNIDAD DE MADRID. SUBDIRECCIÓN GENERAL DE ARCHIVOS

Al barrio madrileño de la Alameda de Osuna todavía algunos los vecinos lo conocen como el Motocine. Esta instalación recreativa fue proyectada por el arquitecto Fernando Chueca Goitia en colaboración con el ingeniero Bello Lasierra en 1959, a imitación de los ejemplos que triunfaban en EE UU y que, todavía hoy, ocupan un lugar tan presente en nuestro imaginario. Esta vinculación norteamericana fue la razón de que se ubicase cerca de la base aérea estadounidense de Torrejón de Ardoz.

Fue el más grande de España y el segundo de Europa, con un aparcamiento para 700 vehículos y una pantalla gigante de hormigón. También se diseñaron unas sillas metálicas bajo techado para aquellos que acudían en moto. A pesar de la sencillez de la construcción, se reconocía la modernidad de la propuesta en los pabellones de entrada y servicios resueltos eficientemente. Pero el proyecto fue tal vez demasiado ambicioso —o ingenuo, al pensar que tendría el mismo éxito que en aquel otro lado del Océano—, y no tan abundante la afluencia de soldados como se previó en el momento de su construcción, lo que lo llevó a cerrar pocos años después de su apertura.

8. Fábrica Monky (Madrid). La fábrica más transparente de la N-II

La fábrica de café soluble Monky, construida entre 1960 y 1962, y demolida por sorpresa por sus nuevos propietarios en 1991, es una víctima más de la especulación inmobiliaria. Fue diseñada por Genaro Alas y Pedro Casariego y su apariencia expresionista hacía que cumpliese también las veces de anuncio publicitario, exhibiendo su maquinaria como reclamo comercial. Era una solución sencilla pero potente, que resolvía eficientemente los requisitos industriales del programa y los estéticos de la imagen corporativa.

EL PAÍS

Al igual que La Pagoda de Fisac, el edificio fue pensado para ser visto desde el coche, ya que se situaba a las orillas de la Nacional II, importante vía en la capital que conecta con el aeropuerto. El volumen principal —conformado por un muro cortina de acero y vidrio que respondía a los principios fundamentales de la arquitectura miesiana y resultó extremadamente moderno para su tiempo— dejaba ver dentro de él el gran cilindro de acero inoxidable del atomizador, de casi 20 metros de alto, pieza principal de la producción del café; y por tanto su mejor reclamo.

Otro volumen contiguo de las mismas características pero más bajo albergaba las baterías de extracción. Completaban el complejo otros volúmenes, que acabados en muros de ladrillo de cara vista y destinados a oficinas y almacén, se articulaban en armonía con el fantasma principal.

9. Laboratorios ITT (Madrid). Un envoltorio neomudéjar

FUNDACIÓN COAM

A pesar de su nombre, no era un laboratorio como tal sino la sede del Centro de Investigación y Desarrollo de Standard Eléctrica. Construido entre los años 1966 y 1970, fue Premio Nacional de Arquitectura del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid en 1972. También localizado en la salida de la ciudad hacia el aeropuerto, en avenida de América, adquiría un peso especial como reclamo de la marca.

Dos razones de partida determinaron el proyecto: su posición de exposición frente a la vía y el pensamiento de una futura ampliación, de ahí la morfología de su planta con los dos grandes brazos. En cuanto a su fachada, se tuvieron en cuenta la correcta iluminación de un espacio de trabajo y la utilización de materiales que fuesen tradicionalmente españoles.

Así, se llegó a la idea de aquel cerramiento de muros de ladrillo visto con grandes ventanales tamizados hacia el exterior, marcado por una celosía de hierro según un patrón neomudéjar que envolvía todo el volumen. Para ocultar los torreones salientes se diseñó otro envoltorio con una celosía más sencilla.

La fábrica tuvo una corta vida de alrededor de 30 años. Cambios en la normativa legal del suelo llevaron a que los propietarios la derribaran para construir en su lugar un edificio que sacase más rentabilidad al suelo, sin valorar la importancia de la calidad de su arquitectura.