OPINIONS

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Festival de Arquitecturas de Barcelona | Eduard Rodríguez Villaescusa

El jueves 20 de abril ha coincidido con el anuncio de dos festivales que se van a celebrar en Barcelona, el Festival de Cinema de Barcelona 2023 y el Festival de Arquitecturas de Barcelona. En el primero van a proyectarse 119 cintas cinematográficas de nueva creación, para la promoción de sus autores y su industria, y en el segundo, no se visitará ni un solo edificio que recientemente haya sido construido.

Significativamente, el Festival que ahora se desarrolla adopta una acepción plural. Así define de arquitecturas el alcance de las acciones que se presentan, cosa que ya es toda una declaración de principios de “la que se avecina” para el año 2026 cuando Barcelona sea la capital mundial de la Arquitectura. Es como si la Arquitectura tuviera diversos modos de materializarse, perdiendo de este modo sus valores fundamentales que no son otros que el de la habitabilidad y calidad del espacio construido, ya sea privado o colectivo.

Que el valor de la Arquitectura está en dificultad es un hecho. Que la profesión de arquitecto en España está en crisis una realidad. La ley de la arquitectura francesa de 4 de enero de 1977 cita al arquitecto como referente y autor de la arquitectura 134 veces. La ley española de calidad de la arquitectura del año 2022, ni una sola vez. Esta es sin duda una evidencia que manifiesta que estamos delante de una profesión a la que casi nadie defiende y que no se la considera, a pesar del valor que históricamente ha aportado a la sociedad. Muchas veces tendemos a confundir la construcción como actividad productiva, en tanto que generadora de negocio, que se sirve de técnicos para generar valor económico, con lo que representa la arquitectura, con lo que supone de esfuerzo de proyectar edificaciones consecuentes con el momento cultural y ajustadas a la función a las que van destinadas. Es en este sentido, que la Arquitectura debe rehuir de ser vehículo o soporte de movimientos que no pertenecen a la esencia que la define, y resistirse a participar al superficial juego de las modas.

Cuando nos referimos a movimientos históricos, como el románico, el gótico, el neoclásico,… nos referimos a un conjunto de edificaciones construidas según una técnica y un estilo que ha definido una época de nuestra historia, una etapa que en gran parte la constituye y ha quedado definida por una arquitectura. Cuando paseamos, viajamos, consultamos que hacer en una ciudad desconocida, se nos invita a visitar museos, lugares singulares y principalmente edificios realizados por un arquitecto o un artesano constructor que, con el paso del tiempo y las nuevas formas de educación, se ha convertido en la actual figura del arquitecto.

Más recientemente la sociedad tiende a pensar que el arquitecto es un mero artista obsesionado por su obra, sin tener en cuenta otros factores. Cuando la profesión se ha caracterizado desde siempre por su preocupación en mejorar las condiciones de habitabilidad de las personas y en particular y no exclusivamente de la vivienda. Desde La Pedrera, pasando por la casa Bloc o Walden 7, han sido una respuesta contemporánea a esta inquietud.

No obstante, en nuestros días, quizá por dar salida al excedente de profesionales que inflacionan el sector, la profesión del arquitecto se diluye en actividades reivindicativas formalizadas en escenografías, que tienen mucho de voluntad de interpelar más que de construir. Una enormidad de dibujos que son el resultado de infinitos concursos que nadie financia, instalaciones efímeras que como stands de feria que se montan y se deshacen como azucarillos en el café, edificaciones que tienen como objeto exclusivo reivindicar una de las muchas variables que la arquitectura, la buena arquitectura, siempre ha tenido presente. A todo ello se le pone la etiqueta de Arquitectura, sin tener en cuenta la devaluación que para ella misma supone.

En este marco de confusión ahora se nos ofrece un Festival de la Arquitecturas en donde lo más destacado consiste en (1) 200 madres lactantes en la Gran Vía, una estructura de hongos que conforman paneles para la toma de consciencia de que los insectos también residen en las ciudades y que por consiguiente deben polinizar, o un espacio realizado a partir de trozos de muebles vendidos en el mercado, o aún, una estructura que medirá y capturará la contaminación del aire,… actividades todas ellas sin duda loables y que ciertamente deben encontrar su lugar para concienciarnos de la situación ambiental que vive el planeta, pero que sin embargo descontextualizan lo que debería ser un Festival de la Arquitectura. En este sentido, cabe recordar que existen y están calendarizadas celebraciones más ajustadas para ofrecer este tipo de manifestaciones.

De este modo, y de la misma forma que sería inconcebible la realización de un festival de cine incluyendo spots publicitarios, reportajes de televisión o documentales de viajes, es decir, sin que tuviera lugar las proyecciones que dan nombre al evento, no cabe pensar en un festival de arquitectura sin que esta sea su principal protagonista. Y todo ello, por ser insuficiente, que las actuaciones que se nos presentan sea firmadas por arquitectas o arquitectos, motivadas o motivados para interpelar en el campo social y ambiental la conciencia colectiva, sobre los graves problemas que nos afectan.

(1) Jesus Sanho. La Vanguardia 20 de abril de 2023 ‘Lo Más destacado de la nueva edición del Festival de Arquitectura de Barcelona’