Figura indiscutible del diseño y la arquitectura, desgrana las claves del proceso creativo. El artista lanza una nueva colección de mobiliario exterior basado en la naturaleza para Cassina
Publicado en La Vanguardia el 7 de septiembre de 2020 | Andrés Rubin
Pocos nombres ubican tan rápidamente como el suyo, no ya al iniciado en el mundo del diseño –y la arquitectura; a él le disgusta que se olvide su trabajo en esa disciplina–, sino al medianamente culto y/o informado, para quien es sinónimo inequívoco de contemporaneidad. Philippe Starck. Su sonoridad es innegable, pero la nuestra es una época en la que las cifras parecen haber vencido definitivamente a las letras y los 10.000 proyectos firmados por el multidisciplinar creador francés presentan un número tan redondo como abultado. Y luego están sus iconos, empezando -¿cómo no?- por el exprimidor de aluminio pulido Juicy Salif, que, allá por los 90, corporizó para el gran público el concepto de diseño, convirtiéndolo en aspiración global.
Le interesan los colores brillantes, las formas extravagantes –a menudo curvas con texturas suaves– y el uso de materiales inusuales. También la innovación tecnológica, de la que lleva décadas siendo abanderado. Quiere que sus diseños se produzcan en masa y sean relativamente asequibles, pero sobre todo pretende que duren. En su elogio de la originalidad, el ensayista romántico británico William Hazlitt juzgaba que “los inventores originales han dejado (en general, excepto en lo puramente mecánico) poco que mejorar a sus sucesores”, y la frase parece escrita para Starck, que se define ante todo como “un soñador”.
Vive a caballo entre Venecia y Cascais, tiene su estudio en París y presenta cada nuevo lanzamiento –unos 200 al año– en un punto diferente del globo. Y le aburren las entrevistas. O quizá solo algunas.
“Ser diseñador era la opción más sencilla; yo simplemente dejé que fuese el diseño quien me eligiese a mí”. En su caso, una no-decisión, casi un fatua, marcó su camino profesional…
Jamás quise ser diseñador… ni siquiera a día de hoy. El diseño es algo inútil. Si pudiese volver a elegir ahora mismo, sería médico, científico, o bombero: salvaría vidas. Mi ADN, el hecho de provenir de una familia creativa, hizo que no contemplara otra opción que dedicarme al único oficio que conocía de primera mano, el de crear cosas.
Su padre, André Starck, fue un ingeniero aeronáutico e inventor muy reconocido ¿qué aprendió de él?
Mi padre era una persona muy, muy creativa. Como diseñador aeronáutico fue muy célebre en su tiempo, pero no se quedó ahí: cuando no estaba diseñando aviones, desarrollaba todo tipo de proyectos, desde un nuevo tipo de recubrimiento antideslizante a una barra de labios… muchos de sus productos se utilizan todavía. Inventó un montón de cosas, pero apenas registró patentes. Mis recuerdos de aquella época son muy vívidos porque mi cama estaba, literalmente, bajo su mesa de dibujo. Así me familiaricé con los procesos creativos. Y, la verdad, mi vida es hoy muy parecida a la suya en aquellos tiempos. Observándole, aprendí la que creo que es su lección más importante: si bien es fundamental, a la hora de diseñar un avión, dejar volar la imaginación, cuando de lo que se trata es de hacer volar ese avión, uno ha de tener un rigor absoluto.
No creo que me quede nada por demostrar, lo que me permite atreverme a buscar nuevas aventuras
Su acercamiento al diseño ha sido una constante persecución por ir siempre más allá, progresando, evolucionando. ¿Es eso, en sí mismo, una prueba de haber alcanzado lo que podríamos denominar ‘el buen diseño’?
Desde que tengo uso de razón he sufrido siempre esta enfermedad mental llamada creatividad. Cuando uno es más joven, lo único en lo que piensa es en sobrevivir: uno tiene que comer, así que habitualmente acepta todo lo que proponen, cualquier cosa. No se le puede pedir a alguien que está hambriento, o a quien está a punto de ahogarse, que se preocupe por ser honesto. Pero, a medida que uno va desarrollando una trayectoria, y también que su ego se apacigua, la honestidad personal y el ir evolucionando, desarrollándose profesionalmente a través de sucesivos retos es todo lo que cuenta. No creo que me quede nada por demostrar, lo que, por otra parte, me permite continuar mejorando constantemente, atreverme a buscar nuevas aventuras, no solo como diseñador, también en mis proyectos arquitectónicos.
He leído muchas veces que suele trabajar por la noche, que es precisamente cuando los sentidos son más conscientes que en cualquier otro momento del día. Se mete en la cama y le dice a tu mujer: “me voy a trabajar”. Y he pensando en Gérard de Nerval y su defensa del sueño como una segunda vida…
Yo soy un soñador profesional, sí. Cuando termino mi jornada diaria, al irme a la cama, le digo a mi mujer: “Y, ahora, a trabajar un poquito…”. Mis noches son correrías por mundos extraordinarios, en las que veo cosas que todavía no existen, descubro invenciones totalmente nuevas, soy capaz de expresarme en lenguas que aún no se han creado… es fabuloso, de verás. Tanto que he acabado por preguntarme a mí mismo si verdaderamente la “vida real” sucede solo durante el día y despiertos. Mi sueño es tan fecundo, tan beneficioso… Por eso por la mañana me levanto exhausto (Ríe). Si hablamos del proceso de trabajo en mis proyectos, sucede más en un estado de semi-consciencia, justo antes del sueño, que cuando estoy despierto. Entonces, generalmente, las soluciones están ya ahí, nítidas, listas para ser aplicadas.
¿Cuáles diría que son sus fuentes de inspiración al arrancar un proyecto nuevo, como ha sido el caso de la colección de muebles outdoor Fenc-e Nature para Cassina.
He diseñado muchos hoteles, y siempre me encuentro con los mismos problemas, una y otra vez, cuando proyecto espacios públicos al aire libre: por un lado, acaban por convertirse en espacios muy similares entre sí, con pocas diferencias sustanciales, y, por otro, nunca terminan de adaptarse verdaderamente a la naturaleza. Con Fence-e Nature he buscado dotar al mobiliario de exterior de cierta humanidad para crear un entorno poético al alrededor de las distintas piezas de la colección en este mundo impostado nuestro. En colaboración con Cassina, hemos desarrollado una colección por y para el mundo real, encantadora y confortable, y utilizando únicamente materiales naturales.
Me sorprenden los increíbles resultados que pueden alcanzarse gracias a la informática, pero usando mi lápiz es como doy rienda suelta a la creación
¿Empieza todo en la mesa de dibujo, con lápiz y papel, o antes? ¿Qué representa para usted la fase de dibujo?
Hoy en día la mayor parte de los diseñadores jóvenes solo trabajan con el ordenador. Me sorprenden, la verdad, los increíbles resultados que pueden alcanzarse gracias a la informática, pero creo que la creatividad generada por esa vía es limitada, ya que sus posibilidades serán las que el cerebro del programador haya dieñado para su software. Usando mi lápiz, dando rienda suelta a mis dedos sobre el papel, no tengo limitación alguna. Puedo hacer cualquier cosa, lo que quiera. Sin pensar siquiera, sin un procedimiento habitual… es una libertad absoluta.
A lo largo del más de medio siglo que lleva trabajando ha concebido un universo completo, pasando del diseño a la arquitectura y la ingeniería industrial, desarrollando auténticos lifestyles e incluso trabajando en el sector gourmet, ¿cuál es el secreto de esa versatilidad?
Los procesos creativos, sean en el campo que sean, van siempre dirigidos a mejorar la vida de las personas. Cuando comienzo un proyecto nuevo, no importa si se trata de un cepillo de dientes, de un hotel o un modulo habitable para ir al espacio, siempre me centro en la experiencia que mi diseño le proporcionará a quien lo use. Y si uno lo plantea con empatía, rigor y la mayor honestidad, entonces solo puede resultar un éxito. No hay otra opción.
A veces desarrollo un mismo proyecto de dos o tres maneras distintas porque se me olvida que ya había encontrado la solución apropiada…
¿Cómo es su relación con los objetos y espacios que ha ido desarrollando con los años? ¿Son hijos suyos, parientes lejanos o sus vidas son totalmente independientes? ¿Suele utilizar tus propios productos?
Mi mujer suele decir que tengo miles de ideas nuevas cada minuto, así que no me queda demasiado tiempo para el pasado, para recordar las cosas que he hecho tiempo atrás. A veces desarrollo un mismo proyecto de dos o tres maneras distintas porque se me olvida hasta que ya había encontrado la solución apropiada… Pero sí que llevo usando las gafas de mi colección [Starck Eyes] desde hace unos 25 años. Con ella desarrollamos Biolink, la tecnología más revolucionaria del sector –una bisagra sin tornillos inspirada en la clavícula humana que permite un giro completo de 360 grados– y, más recientemente, hemos vuelto a hacerlo con Sphere; me siento enormente orgulloso de haber abierto el camino hacia la desmaterialización. Pero sería imposible amar solo los productos que uno mismo creado… nuestra maravillosa especie humana y su cultura han desarrollado tantas herramientas útiles, bellas y novedosas que es fácil encontrar otros muchos, muchísimos, que nos seduzcan.
Simbiosis con la naturaleza. Nueva colección para Cassina
En esta extraña temporada desbaratada por el Covid ha presentado una nueva colección de muebles de exterior, Fence-e Nature, desarrollada para la marca italiana Cassina con el objetivo de alcanzar lo que -según Starck- ningún mueble de exterior había conseguido antes: la simbiosis con el entorno natural que lo acoge. Para ello ha trabajado materiales naturales totalmente sostenibles y formas orgánicas casi primitivas. Y, así, un reposabrazos de teca maciza arenada (para crear un efecto natural de aspereza) o el respaldo de un asiento en cuerda tejida a mano siguiendo un novedoso patrón renuevan el eterno vínculo humano con la naturaleza antes que ninguna otra cosa. “Con Fenc-e Nature he creado algo que no existía, algo a medio camino entre el bricolaje casero y el ready-made de Duchamp; no parece salido de una fábrica, y trae la humanidad, el encanto, la poesía, la creatividad y la naturaleza a casa”, resuelve él.