“Debemos construir mirando a la tradición” Lo dice alguien que ha vivido en una cueva. Y que lo ha aprendido todo de los oasis del Sáhara
Pietro Laureano
“Debemos construir mirando a la tradición” Lo dice alguien que ha vivido en una cueva. Y que lo ha aprendido todo de los oasis del Sáhara
Pietro Laureano
No me llamen apocalíptico. Por muy exagerado que les parezca, lo que van a leer a continuación está entrecomillado y lo dice Pietro Laureano (Tricario, Italia, 1951), arquitecto y urbanista experto en zonas áridas y restauración arquitectónica y ambiental y consultor de la Unesco: “Estamos inmersos en una crisis devastadora y profunda, la medioambiental. Y la crisis financiera es solo una de sus consecuencias. Hemos esquilmado los recursos del planeta antes de que puedan regenerarse. Las catástrofes que se están produciendo no son catástrofes naturales, como se dice en los medios: son catástrofes humanas. Si los mares están borrando las playas y entrando en las ciudades del litoral es porque están reclamando lo que es suyo. ¿Quién nos mandó construir en primera línea de la costa? Eso está fuera de toda lógica”, proclama.
Seguro que recuerda las imágenes del Cantábrico crecido y anegando el casco viejo de San Sebastián. O el desbordamiento del río Garona en el Vall d’Aran, el año pasado. Y a mucha mayor y devastadora escala, las inundaciones en China, en Centroeuropa e India. Los incendios en California. El tsunami de 2011 en Japón. O el terremoto de Haíti en enero de 2010.
“El tiempo está loco”, ¿les suena? “No, los locos somo nosotros”, matiza Laureano muy serio. Y eso nos remite directamente al último informe del Panel Inergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), reunidos en Yokohama (Japón) el pasado 31 de marzo. Se confirman los peores augurios
sobre el impacto del calentamiento global. Los cambios derivados del ascenso de las temperaturas en el planeta son ya visibles en todos los continentes. En todos. Nunca antes los científicos han sabido de forma tan inequívoca que la actividad humana es la mayor responsable del desaguisado. No hay excusas. Ni tiempo. “Nadie en el mundo quedará a salvo de los impactos del cambio climático”, resumió el presidente de la comisión, Rajendre K. Pachauri. Algo que ya había denunciado Al Gore, por ejemplo.
De no establecerse leyes y medidas férreas contra la emisión de gases de efecto invernadero tendremos muy presentes ficciones como Mad Max, Waterworld, El dia de mañana y Noé. Las voces de alarma se han cargado de razones, pero hasta ahora se han ido ahogando en las sucesivas cumbres sobre el cambio climático, entre las protestas airadas de las organizaciones ecologistas y la pasividad de unos representantes políticos incapaces de poner freno a un modelo, basado en el petróleo, que tiene los años contados.
Será interesante ver qué va a pasar a partir de este nuevo ultimátum. ¿Seguiremos haciendo sondeaos sísmicos en el Mediterráneo en busca de petróleo? ¿O reventando el subsuelo con el fracking en busca de gas? ¿O dando la espalda a las energía renovables? ¿O poniendo puertas al mar? ¿O consumiendo alimentos nocivos para la salud? ¿Qué dicen los arquitectos, ingenieros y urbanistas de las ciudades del futuro? ¿Seguiremos mirándonos el ombligo mientras el agua salada nos llega a la altura de los genitales?
Los expertos en el cambio climático alertan de que, de no adoptarse medidas serias, antes de 2100, millones de personas deberán abandonar sus hogares por inundaciones costeras porque el mar habrá subido hasta un metro. “Y la peor parte se la llevarán los más débiles: Bangladesh es el pals que sale primero en todas las lista”, explica Rafael Reuveny, profesor de la Universidad de Indiana. Y afiade otra cuestión no menos inquietante: “El mundo no está preparado para hacer frente a esto. Los paises en vías de desarrollo están indignados. La mayoria apenas ha contribuido a la contaminación asociada al aumento de las temperaturas, pero sufrirá las peores consecuencias. Y las grandes potencias contaminantes no echan el freno”. Los compromisos de Kioto son una quimera. Y, mientras, hay ecosistemas únicos amenazados si la temperatura media sube un grado. Y de alcanzarse los dos grados, adiós a los arrecifes de coral y a gran parte de los hielos del Artico. Islas enteras desaparecerán en los archipiélagos de Maldivas y FijL Habrfi que reeditar y borrar de los mapas muchos topónimos. Numerosos animales y plantas se habr~n extinguido. El planeta no serfi el mismo que conocemos.
“No es ciencia-ficción. Es un reto para esta y para las próximas generaciones -explica Pietro Laureano-. Los humanos hemos trasladado la actividad econ6mica hacia la costa y hemos abandonado el interior y las montañas. Hemos levantado muros de cemento en el litoral. La tierra no puede retener el agua y cuando llueve mucho se producen riadas e inundaciones. Y la desertificación avanza porque hemos colapsado los ecosistemas naturales. Eso Io saben ustedes mejor que nadie en la cuenca mediterránea. Aqui mismo, en Barcelona, donde se ha canalizado y edificado en una riera como La Rambla. Si. La Rambla es un problema”, advierte Laureano, que ha estado recientemente en la ciudad condal dando una conferencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universitat lntemacional de Catalunya, dentro del ciclo Transformaciones. Alguna responsabilidad tenían los urbanistas y arquitectos, le preguntamos. Y 41 habla de [poder económico que ordena
construir donde y como no toca. “Debemos aprender de la naturaleza. Guando se produjo el tsunami en Japón, los animales se salvaron porque huyeron a tiempo, interpretaron las señales de alarma de la naturaleza: los cambios de color del oleaje, la brisa. Hay que aprender y respetar el entorno para que el entorno no se vuelva hostil. Nosotros somos también parte de la naturaleza. Gracias a la cultura, hemos podido transformarla; pero, ojo, transformar no es destruir”.
Le cuestionamos si en zonas que han debido reconstruirse, en Haiti, Indonesia o Japón, se ha aprendido de los errores cometidos y pone los ojos en blanco. “No siempre. No es fácil cambiar de mentalidad y adaptarsea los cambios. Debemos construir casas siguiendo modelos sostenibles, que precisen pocos recursos para obtener el agua y la electricidad. El hombre debe ser cada vez más autosuficiente y autónomo. Hay que volver a modelos de construcción tradicionales“.
En este sentido es todo un acierto que el premio Pritzker de Arquitectura haya recaído este año en el japonés Shigeru Ban. “Por su trabajo voluntario para la gente que se ha quedado sin hogar en áreas devastadas por los desastres naturales”, anunció el jurado. Ban, autor del Centro Pompidou de Metz (Francia}, usa materiales como el bambú, el papel y el plástico reciclado para construir refugios para los damnificados.
Esta arquitectura de batalla está muy bién pero Pietro Laureano insiste en la arquitectura urgente y necesaria. “Le daré un ejemplo. Las ciudades toman el agua de los ríos, la purifican, la distribuyen y ¿qué hacemos 1as personas? Cogemos ese agua y la tiramos por la cisterna. No nos la bebemos porque consumimos agua embotellada. Invertimos mucho dinero en purificar el agua y la tiramos pot el retrete. Eso es insostenible. Si nosotros proponemos ese mismo sistema en e1 Tercer Mundo, acabamos con el agua en cuatro dias. Debemos cambiar el sistema en Occidente. ¿Cómo? Tendremos que dar a las casas un solo grifo y agua que se pueda beber, y los otros grifos deben ser de agua no potable, para lavarse, para limpiar. El nuevo urbanismo deberia hacer sistemas de recogida de agua de lluvia y reciclar el agua utilizada en la ciudad en la agricultura, para la fertilización. Eso es lo que habría que haber hecho ya ea lugar de crear megaciudades y urbanizaciones fantasma en medio de un erial o en espacios naturales que deberían estar protegidos”. Ya se pueden imaginar su opinión sobre la idoneidad o no de los trasvases de los ríos.
Según él, el sistema de la gestión del paisaje agricola también debe cambiar. “Hemos hecho una agricultura basada en la alta productividad: se usan muchos fertilizantes y mucha agua para cultivar las plantas. El suelo se convierte en plástico y el paisaje cambia. Estamos haciendo una agricultura que destruye el ambiente, que produce mucho, pero sin sabor. E1 modelo de agricultura industrial ha llegado también al Tercer Mundo, destruyendo los cultivos y los pastos tradicionales. Por eso urge proteger el paisaje, producir menos, con menos agua. Asi tendremos un paisaje más bello y de mayor calidad”.
Un paisaje fue el que transformó la trayectoria vital y el currículo de un arquitecto como Pietro Laureano: el de los oasis del desierto del Sáhara. “Para mi es el centro del universo, el modelo de supervivencia en situaciones extremas. El hombre ha sido capaz de crear ese equilibrio perfecto. Es ahi donde aprendí que el paisaje es la fusión entre la cultura y la naturaleza. Y que el hombre creó el paisaje y luego creó a Dios. Es el hombre el que drena el desierto con un sistema que capta la humedad, el que cultiva palmeras para humidifcar la zona, el que organiza artificialmente las dunas para proteger el oasis y recupera y aprovecha los desechos”, explica.
Ese mimetismo con la naturaleza es el que le ha llevado trabajar en los ya cimiontos de Lalibela, en Eritrea -de donde es su esposa-, o en proyectos de canalizaciones de agua a través de pozos y acequias en Argelia y Marmecos. Efectivamente, tenemos más que aprender de las construcciones de barro de1 Atlas que de los pirulís de Norman Foster o Jean Nouvel.
Pietro Laureano será recordado por su trabajo en Matera, en esta ciudad de piedra del sur de Ialia que, desde 1993 es Patrimonio de la Humanidad gracias a gente como él, que creyó en su proyecto para la recuperación de un casco antiguo que estaba muy degradado. Allí adecentó y se instaló en una cueva troglodita. “La casa la puse en venta porque voy muy poco, pero es fantástica”, explica. Y ahora ¿dónde vive? En el campo, en La Toscana, cerca de Florencia. Produzcomi propio aceite, tengo mi huerto, mis placas solares…”.
Me niego a acabar sin un atisbo de optimismo y se lo digo. Sonrie. ¿Estamos a tiempo?” Si. Como explicamos desde nuestro proyecto Ipogea [www2pogea.org], tenemos que pasar esta era del petró1eo, pero sin esperar a que el petró1eo se agote. Hay que cambiar el sistema antes de que el sistema acabe con nosotros, porque si China sigue nuestro modo actual, la humanidad se acaba. Pero claro que hay esperanza. Cada vez hay más gente que practica un consumo responsable, un comercio justo, un respeto medioambiental. Los gestos empiezan por uno mismo. Y, tranquilos, hay energía y es gratuita: viene del sol, de viento y del mar.
No me llamen apocalíptico. Por muy exagerado que les parezca, lo que van a leer a continuación está entrecomillado y lo dice Pietro Laureano (Tricario, Italia, 1951), arquitecto y urbanista experto en zonas áridas y restauración arquitectónica y ambiental y consultor de la Unesco: “Estamos inmersos en una crisis devastadora y profunda, la medioambiental. Y la crisis financiera es solo una de sus consecuencias. Hemos esquilmado los recursos del planeta antes de que puedan regenerarse. Las catástrofes que se están produciendo no son catástrofes naturales, como se dice en los medios: son catástrofes humanas. Si los mares están borrando las playas y entrando en las ciudades del litoral es porque están reclamando lo que es suyo. ¿Quién nos mandó construir en primera línea de la costa? Eso está fuera de toda lógica”, proclama.
Seguro que recuerda las imágenes del Cantábrico crecido y anegando el casco viejo de San Sebastián. O el desbordamiento del río Garona en el Vall d’Aran, el año pasado. Y a mucha mayor y devastadora escala, las inundaciones en China, en Centroeuropa e India. Los incendios en California. El tsunami de 2011 en Japón. O el terremoto de Haíti en enero de 2010.
“El tiempo está loco”, ¿les suena? “No, los locos somo nosotros”, matiza Laureano muy serio. Y eso nos remite directamente al último informe del Panel Inergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), reunidos en Yokohama (Japón) el pasado 31 de marzo. Se confirman los peores augurios
sobre el impacto del calentamiento global. Los cambios derivados del ascenso de las temperaturas en el planeta son ya visibles en todos los continentes. En todos. Nunca antes los científicos han sabido de forma tan inequívoca que la actividad humana es la mayor responsable del desaguisado. No hay excusas. Ni tiempo. “Nadie en el mundo quedará a salvo de los impactos del cambio climático”, resumió el presidente de la comisión, Rajendre K. Pachauri. Algo que ya había denunciado Al Gore, por ejemplo.
De no establecerse leyes y medidas férreas contra la emisión de gases de efecto invernadero tendremos muy presentes ficciones como Mad Max, Waterworld, El dia de mañana y Noé. Las voces de alarma se han cargado de razones, pero hasta ahora se han ido ahogando en las sucesivas cumbres sobre el cambio climático, entre las protestas airadas de las organizaciones ecologistas y la pasividad de unos representantes políticos incapaces de poner freno a un modelo, basado en el petróleo, que tiene los años contados.
Será interesante ver qué va a pasar a partir de este nuevo ultimátum. ¿Seguiremos haciendo sondeaos sísmicos en el Mediterráneo en busca de petróleo? ¿O reventando el subsuelo con el fracking en busca de gas? ¿O dando la espalda a las energía renovables? ¿O poniendo puertas al mar? ¿O consumiendo alimentos nocivos para la salud? ¿Qué dicen los arquitectos, ingenieros y urbanistas de las ciudades del futuro? ¿Seguiremos mirándonos el ombligo mientras el agua salada nos llega a la altura de los genitales?
Los expertos en el cambio climático alertan de que, de no adoptarse medidas serias, antes de 2100, millones de personas deberán abandonar sus hogares por inundaciones costeras porque el mar habrá subido hasta un metro. “Y la peor parte se la llevarán los más débiles: Bangladesh es el pals que sale primero en todas las lista”, explica Rafael Reuveny, profesor de la Universidad de Indiana. Y afiade otra cuestión no menos inquietante: “El mundo no está preparado para hacer frente a esto. Los paises en vías de desarrollo están indignados. La mayoria apenas ha contribuido a la contaminación asociada al aumento de las temperaturas, pero sufrirá las peores consecuencias. Y las grandes potencias contaminantes no echan el freno”. Los compromisos de Kioto son una quimera. Y, mientras, hay ecosistemas únicos amenazados si la temperatura media sube un grado. Y de alcanzarse los dos grados, adiós a los arrecifes de coral y a gran parte de los hielos del Artico. Islas enteras desaparecerán en los archipiélagos de Maldivas y FijL Habrfi que reeditar y borrar de los mapas muchos topónimos. Numerosos animales y plantas se habr~n extinguido. El planeta no serfi el mismo que conocemos.
“No es ciencia-ficción. Es un reto para esta y para las próximas generaciones -explica Pietro Laureano-. Los humanos hemos trasladado la actividad econ6mica hacia la costa y hemos abandonado el interior y las montañas. Hemos levantado muros de cemento en el litoral. La tierra no puede retener el agua y cuando llueve mucho se producen riadas e inundaciones. Y la desertificación avanza porque hemos colapsado los ecosistemas naturales. Eso Io saben ustedes mejor que nadie en la cuenca mediterránea. Aqui mismo, en Barcelona, donde se ha canalizado y edificado en una riera como La Rambla. Si. La Rambla es un problema”, advierte Laureano, que ha estado recientemente en la ciudad condal dando una conferencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universitat lntemacional de Catalunya, dentro del ciclo Transformaciones. Alguna responsabilidad tenían los urbanistas y arquitectos, le preguntamos. Y 41 habla de [poder económico que ordena
construir donde y como no toca. “Debemos aprender de la naturaleza. Guando se produjo el tsunami en Japón, los animales se salvaron porque huyeron a tiempo, interpretaron las señales de alarma de la naturaleza: los cambios de color del oleaje, la brisa. Hay que aprender y respetar el entorno para que el entorno no se vuelva hostil. Nosotros somos también parte de la naturaleza. Gracias a la cultura, hemos podido transformarla; pero, ojo, transformar no es destruir”.
Le cuestionamos si en zonas que han debido reconstruirse, en Haiti, Indonesia o Japón, se ha aprendido de los errores cometidos y pone los ojos en blanco. “No siempre. No es fácil cambiar de mentalidad y adaptarsea los cambios. Debemos construir casas siguiendo modelos sostenibles, que precisen pocos recursos para obtener el agua y la electricidad. El hombre debe ser cada vez más autosuficiente y autónomo. Hay que volver a modelos de construcción tradicionales“.
En este sentido es todo un acierto que el premio Pritzker de Arquitectura haya recaído este año en el japonés Shigeru Ban. “Por su trabajo voluntario para la gente que se ha quedado sin hogar en áreas devastadas por los desastres naturales”, anunció el jurado. Ban, autor del Centro Pompidou de Metz (Francia}, usa materiales como el bambú, el papel y el plástico reciclado para construir refugios para los damnificados.
Esta arquitectura de batalla está muy bién pero Pietro Laureano insiste en la arquitectura urgente y necesaria. “Le daré un ejemplo. Las ciudades toman el agua de los ríos, la purifican, la distribuyen y ¿qué hacemos 1as personas? Cogemos ese agua y la tiramos por la cisterna. No nos la bebemos porque consumimos agua embotellada. Invertimos mucho dinero en purificar el agua y la tiramos pot el retrete. Eso es insostenible. Si nosotros proponemos ese mismo sistema en e1 Tercer Mundo, acabamos con el agua en cuatro dias. Debemos cambiar el sistema en Occidente. ¿Cómo? Tendremos que dar a las casas un solo grifo y agua que se pueda beber, y los otros grifos deben ser de agua no potable, para lavarse, para limpiar. El nuevo urbanismo deberia hacer sistemas de recogida de agua de lluvia y reciclar el agua utilizada en la ciudad en la agricultura, para la fertilización. Eso es lo que habría que haber hecho ya ea lugar de crear megaciudades y urbanizaciones fantasma en medio de un erial o en espacios naturales que deberían estar protegidos”. Ya se pueden imaginar su opinión sobre la idoneidad o no de los trasvases de los ríos.
Según él, el sistema de la gestión del paisaje agricola también debe cambiar. “Hemos hecho una agricultura basada en la alta productividad: se usan muchos fertilizantes y mucha agua para cultivar las plantas. El suelo se convierte en plástico y el paisaje cambia. Estamos haciendo una agricultura que destruye el ambiente, que produce mucho, pero sin sabor. E1 modelo de agricultura industrial ha llegado también al Tercer Mundo, destruyendo los cultivos y los pastos tradicionales. Por eso urge proteger el paisaje, producir menos, con menos agua. Asi tendremos un paisaje más bello y de mayor calidad”.
Un paisaje fue el que transformó la trayectoria vital y el currículo de un arquitecto como Pietro Laureano: el de los oasis del desierto del Sáhara. “Para mi es el centro del universo, el modelo de supervivencia en situaciones extremas. El hombre ha sido capaz de crear ese equilibrio perfecto. Es ahi donde aprendí que el paisaje es la fusión entre la cultura y la naturaleza. Y que el hombre creó el paisaje y luego creó a Dios. Es el hombre el que drena el desierto con un sistema que capta la humedad, el que cultiva palmeras para humidifcar la zona, el que organiza artificialmente las dunas para proteger el oasis y recupera y aprovecha los desechos”, explica.
Ese mimetismo con la naturaleza es el que le ha llevado trabajar en los ya cimiontos de Lalibela, en Eritrea -de donde es su esposa-, o en proyectos de canalizaciones de agua a través de pozos y acequias en Argelia y Marmecos. Efectivamente, tenemos más que aprender de las construcciones de barro de1 Atlas que de los pirulís de Norman Foster o Jean Nouvel.
Pietro Laureano será recordado por su trabajo en Matera, en esta ciudad de piedra del sur de Ialia que, desde 1993 es Patrimonio de la Humanidad gracias a gente como él, que creyó en su proyecto para la recuperación de un casco antiguo que estaba muy degradado. Allí adecentó y se instaló en una cueva troglodita. “La casa la puse en venta porque voy muy poco, pero es fantástica”, explica. Y ahora ¿dónde vive? En el campo, en La Toscana, cerca de Florencia. Produzcomi propio aceite, tengo mi huerto, mis placas solares…”.
Me niego a acabar sin un atisbo de optimismo y se lo digo. Sonrie. ¿Estamos a tiempo?” Si. Como explicamos desde nuestro proyecto Ipogea [www2pogea.org], tenemos que pasar esta era del petró1eo, pero sin esperar a que el petró1eo se agote. Hay que cambiar el sistema antes de que el sistema acabe con nosotros, porque si China sigue nuestro modo actual, la humanidad se acaba. Pero claro que hay esperanza. Cada vez hay más gente que practica un consumo responsable, un comercio justo, un respeto medioambiental. Los gestos empiezan por uno mismo. Y, tranquilos, hay energía y es gratuita: viene del sol, de viento y del mar.