Decenas de turistas se arremolinan en la puerta de uno de los atractivos turísticos de Barcelona: el Park Güell. Una pieza fundamental del Modernismo, una corriente que a principios del siglo XX estaba dispuesta a romper con todo lo que le rodeara buscando una estética que embobara al espectador inspirándose en la naturaleza.
Para cuando las paredes, los techos y acabados son curvos, artistas como Antoni Gaudí y, sobre todo, Josep Maria Jujol, idearon la construcción de mosaicos a partir de fragmentos de azulejos unidos con mortero. Una técnica vistosa, que en ocasiones utilizaba materiales de desecho, y que se bautizó como trencadís (algo así como troceado, roto…).
Publicat el diumenge 4 de març de 2018 a El País| A. L. CONGOSTRINA
Una pericia que un siglo más tarde se ha convertido en un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento de Barcelona. El trencadís peligra constantemente: se rompe, se cae e incluso algunos (turistas y propios) se lo llevan como trofeo. El consistorio lo repara continuamente.
Anna Ribas, arquitecta de patrimonio del consistorio barcelonés, señala las debilidades del trencadís: “Está hecho con azulejo de Valencia que es un elemento pensado para colocar en interiores. Lo colocaron en el exterior. Estas piezas cerámicas son, originalmente, de 20 x 20 centímetros cocidas al horno y con esmalte. Para hacer el trencadís se rompen y, por lo tanto, se debilita la pieza. Esos trozos son los que se enganchan en un soporte con un mortero de cal”. Ribas detalla los principales enemigos de las piezas: “Los cambios climatológicos… hacen que los trozos de cerámica enganchados se rompan. El coeficiente de dilatación entre el esmalte y el soporte de los azulejos es diferente por lo que no tardan en fisurarse. Es entonces cuando entra el agua, se instalan hongos y al final, cae el esmalte”.
Las icónicas obras modernistas van perdiendo la piel con la que atraen a los visitantes de medio mundo. El consistorio lleva años poniendo freno a esta lepra constructiva. “Cuando una pieza cae, o se la llevan, lo habitual es que empiecen a desaparecer las que le rodean. Antes de que eso ocurra buscamos azulejos de las mismas características del que se ha perdido. Cortamos un trozo de la misma forma y lo colocamos. Cuando podemos reconstruir una pieza lo hacemos y, si no, reproducimos el azulejo perdido”, recalca.
Manolo Cárdenas tiene 54 años y lleva media vida dedicándose a la albañilería. Hace ocho años le encargaron un trabajo en el Park Güell, alguien vio su destreza y desde entonces su principal función es sustituir el trencadís.
Sin saberlo se ha convertido en un descendiente de los maestros modernistas que parieron el parque. Describe el trabajo que hace “casi como montar un puzzle”.
Solo en el Park Güell, el consistorio destinó el pasado verano 5,7 millones de euros para mantenimiento y rehabilitación. La teniente de alcalde de Ecología, Urbanismo y Movilidad, Janet Sanz, reivindica el trencadís como “un elemento icónico de nuestra cultura, una muestra viva del modernismo y uno de los máximos exponentes de la arquitectura catalana”.
Fotografia: Restauración del ‘trencadís’ de Gaudí en el Park Güell. / G. BATTISTA