Una nueva especialidad ayuda a resolver crímenes contra los derechos humanos desde un punto de vista espacial
Publicado en El Periódico el 24 de julio de 2021
El 6 de abril de 2006 Halit Yozgat, joven de origen turco, fue asesinado en un cibercafé que regentaba
con su familia en la ciudad alemana de Kassel. El acto fue reivindicado por el grupo neonazi NSU (National Socialist Underground). Durante el incidente, se encontraba en el interior Andreas Temme, miembro del servicio de inteligencia de Hesse. Sin embargo, tras ser interrogado afirmó no haber oído, ni visto, ni olido nada ese día.
El juicio determinó que su testimonio era plausible, desvinculándolo del asesinato.
Diez años más tarde, en 2016, la familia y otras instituciones, descontentas con el veredicto, decidieron investigar por su cuenta. Encargaron a Forensic Architecture verificar el testimonio de Temme. Entonces se reconstruyó a escala 1:1 el locutorio de 77 metros cuadrados y se recreó paralelamente el espacio en 3D. Se analizaron las visitas de los clientes, se cuadraron con sus llamadas telefónicas y sesiones de ordenador, y se ensayaron todos los escenarios posibles. Se llegó a la conclusión de que era imposible que Temme no hubiese oído los disparos. Imposible que no hubiese visto el cuerpo tendido en el suelo de Yozgat, e improbable que no hubiese percibido el intenso olor a pólvora.
Este trabajo de investigación fue presentado en la 14º edición de la Documenta de Kassel, importante feria de arte quinquenal que acoge precisamente esta ciudad desde 1955. Ante las conclusiones del trabajo presentado, la prensa dijo: «Esto no es arte, son evidencias». Quedaba implicado el propio servicio secreto alemán en un turbio entramado de confabulación y connivencia con los grupos neonazis. De manera que se consiguió reabrir el caso con una comisión parlamentaria. Pero, finalmente, ante el apabullante despliegue de medios gráficos y audiovisuales para la reconstrucción de los hechos, vinieron a decir: «Esto no son evidencias, esto es arte».
Las recreaciones virtuales permiten obtener evidencias
Forensic Architecture es una pequeña agencia creada por Eyal Weizman que tiene su sede en la Universidad Goldsmiths de Londres. Desde 2010 se encarga de analizar, desde el punto de vista espacial, todo tipo de crímenes contra los derechos humanos en cualquier lugar del mundo. Aplican metodologías multidisciplinares, que sirven para determinar pericialmente los hechos acontecidos. Es decir, una extensión arquitectónica a la tradicional práctica de la medicina forense.
Weizman, nacido en Israel en 1970, estudió arquitectura y comenzó a desarrollar su peculiar especialidad en Londres, donde colabora con diferentes oenegés. Ser arquitecto no implica tener que construir físicamente edificios, existen muchas otras actividades para esta formación, incluso más constructivas; en este caso, recrear digitalmente para obtener evidencias criminales. En 2017 presentó su trabajo en el Macba, en Barcelona, y debatió con el juez Baltasar Garzón, con cuya fundación pro derechos humanos colabora.
Hasta la fecha, tienen documentadas 73 investigaciones (https://forensic-architecture. org). Se visualizan como si fuesen capítulos de CSI, la serie televisiva que hace dos décadas nos descubrió los entresijos de un equipo forense, capaz de hallar evidencias con los métodos más sofisticados. Pero, en vez de hacer autopsias, aquí hacen reconstrucciones virtuales. En los episodios reales de Forensic Architecture desfilan los malos clásicos: el terrorismo islámico, las torturas estadounidenses, las empresas de armamento prohibido, intervenciones rusas en territorio extranjero, aniquilación de jóvenes estudiantes en México… Tampoco se libra España, con sus ilegales devoluciones en caliente.
También se desvela la estrategia israelí para mantener a raya a los palestinos. Algunas directamente letales y otras infames, como fumigar constantemente terrenos en Gaza para infertilizarlos. O su último ingenio, el programa espía Pegasus, que al parecer compró el Estado español –la empresa israelí NSO Group presume de vender solo a gobiernos– para espiar al ‘procés’. Parece ciencia ficción, pero es factual.
Stalin decía que la mejor forma de ocultar un cadáver es entre una enorme montaña de cadáveres. Cuando se amontonan ya no causan estupor. Por eso es urgente sacarlos a la luz, uno por uno, para detener la infame avalancha.