Arquitectura: cambio de clima. Bajo este lema se desarrolló la semana pasada en Pamplona la cuarta edición del Congreso Internacional de Arquitectura y Sociedad, que reunió a arquitectos punteros, desde el multipremiado y siempre rompedor Rem Koolhaas hasta Bjarke Ingels, wunderkind de la arquitectura contemporánea que a los cuarenta años acumula proyectos en ciudades como Nueva York, donde va a construir la torre WTC2, en la zona cero arrasada el 11-S.
Publicado el lunes 4 de julio de 2016 en el diario LA VANGUARDIA
La Fundación Arquitectura y Sociedad, impulsada por el arquitecto Patxi Mangado y organizadora de este congreso (y de los tres precedentes), se fundó para acercar esta disciplina profesional a los ciudadanos. Lo hace con actos como este congreso bianual, que ha acogido ya a Norman Foster, Jacques Herzog, Rafael Moneo, Glenn Murcutt, Renzo Piano o Álvaro Siza, entre otros.
Tras los congresos Más por menos, Lo común o Arquitectura necesaria, sucesivos reflejos de un deseo de excelencia y contención, este año se ha reflexionado sobre la conveniencia de reorientar la arquitectura en tiempo de cambio climático y de cambio de estrategias para los arquitectos, enfrentados a los retos de la sostenibilidad, la crisis, la desigualdad, los refugiados y demás.
El holandés Rem Koolhaas, que abrió el congreso el día 29, dio pruebas de estas nuevas preocupaciones en una charla que casi soslayó su arquitectura y se centró en su compromiso político y europeo. “El Brexit es un ejemplo de demencia anglosajona, un error de tremendas consecuencias. Tenemos que trabajar, como arquitectos y como ciudadanos, por Europa, que es esencial para nuestra salvación… No debemos esperar la perfección, pero sí respetar la inteligencia”. Koolhaas dedicó la última parte de su intervención a señalar que se atiende mucho al desarrollo de la ciudad y poco al del campo, pese a ser el 98% de la superficie terrestre.
A esta intervención de orden general le siguió la del suizo Pierre de Meuron, que se centró en la detallada explicación de su obra para el Musée Interlinden de Colmar (Francia), que conserva el Retablo de Issenheim: una intervención que se inicia en el espacio público circundante, por completo renovado, y prosigue en el interior del centro museístico con delicadeza y respeto.
El noruego Kjetil Traedal Thorsen, que al frente de Snøhetta firma obras como la Biblioteca de Alejandría, la Ópera de Oslo o el reciente SFMOMA, y el francés Jean-Philippe Vassal, autor con Anne Lacaton de una arquitectura que da al usuario más por menos, perfilaron sus líneas: de fuerza icónica una, de humildad franciscana la otra, según se apunta en las entrevistas adjuntas.
“Estamos ante una encrucijada económica y ética”, afirmó el madrileño Iñaki Ábalos, que termina ahora su etapa de cuatro años como decano de la Harvard Graduate School of Design. Ábalos desgranó las ventajas de su método arquitectónico basado en la termodinámica (“el arte de juntar las cosas, de entender cómo están juntas”). Y, haciendo un paralelismo entre arquitectura y artes plásticas, abogó por un cambio de género; por “dejar atrás el patético narcisismo del autorretrato entendido como única respuesta arquitectónica a la propia irrelevancia, y por adoptar el género de las naturalezas muertas, donde hay una tensión entre los edificios y los espacios intermedios”.
La británica Louisa Hutton, que trabaja en Alemania con Matthias Sauerbruch, reivindicó la atención de sus edificios al clima y el gasto energético y, por otra parte, su recurso a la policromía como medio para “convertir la ciudad en un paisaje sensual”. Se distanció, además, de los partidarios de una arquitectura en cuyos procesos participan sus usuarios: “confíen en los expertos”.
Dietmar Eberle, Winy Maas y Bjarke Ingels cerraron la sesión del día 30. El austríaco Eberle, exdecano de la ETH de Zurich, dijo que la arquitectura debe responder a tres preguntas: ¿cuál es la densidad ciudadana adecuada? ¿cómo podemos generar edificios adaptables? y ¿cómo podemos optimizar el gasto de energía? (“porque si seguimos así vamos a necesitar dos tierras, y sólo tenemos una”). El holandés Maas, en una conferencia dictada a velocidad frenética e ilustrada con diez –¡diez!– PowerPoint, desplegó sus tentativas y su creatividad. El danés Bjarke Ingels recorrió su amplia cartera de pedidos, que incluye la transformación de una central eléctrica de Copenhague en pista de esquí, y concluyó señalando que “la empatía es el mejor camino hacia la creatividad” y que “la arquitectura puede transformar la ficción en hechos”.