El principal arquitecto de India y premio Pritzker en 2018 falleció este martes a los 95 años de edad
Publicado en La Vanguardia el 25 de enero de 2023
Balkrishna Doshi, el principal arquitecto de India, premio Pritzker en 2018, avanza ya hacia un océano desconocido: ayer falleció, a los 95 años, en Ahmedabad, donde vivía y trabajaba.
Cuando recibió el Pritzker en Toronto, Doshi se definió así: “una serie de acontecimientos confluyeron como gotas de agua, primero en un riachuelo, luego en un río, luego en muchos ríos. Ese proceso me llevó por muchas tierras (…) Mi vida ha consistido en absorber, evolucionar, reflejar, cambiar e ir avanzando, convirtiéndome en quien soy, fluyendo como un río tranquilo, que avanza ahora despacio hacia un océano desconocido”.
Doshi fundió la tradición india con la modernidad de Le Corbusier y Louis Kahn
Esta idea de la vida como un fluir natural en el que uno debe dejarse llevar era muy querenciosa para Doshi, un profesional atípico en el star-system global, marcado por una rica vida espiritual y unas raíces tradicionales que no le impedían abrazar la modernidad.
Pero, además de un ser integrado en las corrientes vitales, Doshi (Puna, 1927 – Ahmedabad 2023) era también un hombre decidido, que gracias a estímulos externos pero, también, a su propio ímpetu, hizo una carrera sorprendente para una persona de su extracción social. Cuando seguía estudios de arquitectura en Bombay, antes de graduarse, saltó a Londres para proseguirlos allí. Y, estando en el Reino Unido, decidió que tenía que trabajar con Le Corbusier y, sin hablar una palabra de francés, viajó a París, llamó a la puerta del estudio del autor de la Ville Savoie, le pidió empleo y se quedó tres años trabajando con él.
De Le Corbusier aprendió que para progresar debía dibujar constantemente, lograr que sus ideas funcionaran, que tenía que trabajar todas las horas del día, y que nunca sería un buen arquitecto si no se atrevía, como los acróbatas, a dar saltos mortales y, ocasionalmente, caer y romperse algún hueso.
Doshi supo fundir en su arquitectura la construcción vernácula india con las enseñanzas de dos de los principales arquitectos del siglo XX: el ya mencionado Le Corbusier, para quien trabajó, después de dejar París, en sus obras indias de Chandigarh; y, posteriormente Louis Kahn, a quien también asistió en las obras de la India.
Ese anclaje en la tradición –que siempre consideró prioritario– y ese contacto con la modernidad está presente en sus obras: desde el complejo de vivienda popular Aranya (1982) en Indore, donde actualmente viven y trabajan 8.000 familias, y los materiales son sencillos hasta su estudio, Sangath (1977-81), en Ahmedabad, donde el lenguaje moderno es evidente y el aprovechamiento de la luz natural una delicia. Desde la escuela de arquitectura de Ahmedabad (1966), también de lenguaje moderno, hasta la fantasía organicista de la galería Amdavad ni Gufa (1994), de nuevo en Ahmedabad.
Doshi creía que la arquitectura, además de cobijo, debía dar a sus usuarios esperanza y felicidad. Y aconsejaba a los jóvenes arquitectos indios, que ahora deberán tomar su relevo, que fueran libres, tuvieran sueños y hallaran la vía para materializarlos, “sin importar lo complicada o difícil que sea la tarea”.