Hay que reivindicar el entorno común

Hay que reivindicar el entorno común

CARME PINÓS (AxA) REFLEXIONA SOBRE EL FUTURO DE LAS VIVIENDAS Y LAS CIUDADES

Publicado en Expansión el 5 de febrero de 2021 | Carmen Méndez

Carme Pinós (Barcelona, 1954) se afana estos días en ultimar los detalles de la retrospectiva que a partir del 10 de febrero permitirá contemplar en el Museo ICO, de Madrid, casi cuatro décadas de su trabajo. “Ha sido titánico –cuenta–. Son muchísimos años de proyectos, y he tenido que revisar memorias, maquetas, libros”. El luminoso título que ha elegido el comisario de la exposición, Luis Fernández-Galiano, le gusta mucho: Carme Pinós. Escenarios para la vida. “La arquitectura es el espacio en el que nos relacionamos, el lugar donde se da la interacción social. Es ahí donde transcurre la vida”, comenta.

Para ella, la arquitectura ha de ser generosa. Sus edificios siempre están integrados en su entorno urbano o rural; pensados, con respeto y sentido común, para que esa vida fluya, para que la luz sea fuente de bienestar.

Toda esa trayectoria, donde la funcionalidad no está reñida con la poética, se podrá contemplar en esta exposición, que arranca en los años 80, con ocho proyectos realizados con el arquitecto Enric Miralles (1955-2000), que fue su marido y socio durante más de una década. “Yo soy más concisa. Los visitantes advertirán las diferencias. Pero la filosofía de entonces continúa: la importancia del contexto, la relación con el entorno, y la libertad en la geometría: los ángulos y las curvas están siempre al servicio del proyecto; no al contrario”.

Esa etapa fue mediática, pero no la más personal de esta arquitecta catalana. Cuando se separaron, montó en 1991 el Estudio Carme Pinós. De este periodo se muestran 80 proyectos que resaltan su convencimiento de que “la arquitectura construye paisaje o construye ciudad, pero no es una escultura”.

La pandemia y los confinamientos han propiciado una reflexión sobre nuestro modelo de vida: qué casas y qué ciudades queremos. Como muchos, Pinós descubrió que podía trabajar a distancia, y así lo hace en ocasiones desde un pueblecito de Mallorca, donde un día se retirará. Alterna estancias allí con trabajo presencial en Barcelona. “Hay personas que ahora se plantean vivir en las afueras, en casas con jardín. Recuerdo, cuando estaba en Estados Unidos, esas casas aisladas, pequeñas burbujas basadas en la individualidad”, afirma. No cree que el futuro sea la ciudad-jardín en el extrarradio, pero sí una ciudad que gane espacios para el peatón. Y observa un fenómeno: “La gente ha descubierto el barrio, coincide con los vecinos en el supermercado, se saluda en la calle. Yo he vuelto a pasear con las amigas”, afirma.

Ese es el modelo de ciudad, “mucho más humana”, que practica su arquitectura. “Hemos de reivindicar el espacio abierto, el espacio de relación y el espacio común donde nos identificamos todos”. Este sentido de comunidad se aprecia en proyectos como el de la céntrica plaza de la Gardunya, en Barcelona. Pinós actuó en la parte trasera del mercado de la Boquería; en la Escuela Massana, donde sí aplicó la intención de “singularidad del edificio”, porque representa a la ciudad y a los jóvenes que estudian diseño. Y realizó un conjunto de viviendas integradas en el entorno: “En las viviendas no tienes por qué poner estridencias y molestar al vecino. Hay que ser discreto y respetuoso”.

En Escenarios para la vida también hay muchos proyectos singulares. “Si te encargan una torre, por ejemplo, sabes que siempre es un alarde de poder, que tiene vocación de ser vista”. Recuerda Pinós que la arquitectura es una de las artes mayores, y que a veces se convierte en espectáculo. “La cuestión es que el edificio tenga un significado conceptual y cultural. Cuando está vacío de contenido se consume pronto y se convierte en un mamotreto para llamar la atención. El espectáculo no tiene por qué estar reñido con la función social. Una civilización siempre necesita hitos donde sentirse reconocida”.

El poder de las torres. En México, en la ciudad de Guadalajara, Carme Pinós proyectó las Torres Cube I (a la izquierda) y Cube II, dos de los referentes de su arquitectura. La Cube I, una hermosa geometría, es un edificio de oficinas, todas con luz y ventilación natural. La Cube II es más alta: 33 plantas y 124 metros | Duccio Malagamba

Libros y amigos

Carme Pinós es una lectora voraz. En los últimos tiempos lee mucha historia para entender mejor el presente. “Me interesa el hoy para hacer un mañana mejor”. Ha impartido clases en las universidades de Harvard, Columbia e Illinois, entre otras. En 2012 fue nombrada académica internacional del Royal Institute of British Architects, y desde 2011 es miembro honorario del American Institute of Architects.

Amiga de sus amigos, recuerda el respaldo que recibió en épocas de su vida donde no todo fueron éxitos. “La primera conferencia que di en Viena fue de la mano del arquitecto austriaco Wolf Prix”, recuerda. Thom Mayne (Premio Pritzker 1994) la invitó a impartir clases en la Escuela de Arquitectura de Chicago, y el mexicano Enrique Norten la introdujo en el país azteca, donde ha realizado obras relevantes, como las dos Torres Cube. “Ellos me ayudaron a ganar seguridad en mí misma”. Quizá porque los grandes te hacen sentir grande, reflexiona.

Le apena que por la pandemia no estén en la inauguración del día 10 amigos muy queridos. Una exposición que, en su última parte, muestra muchos de los libros sin los que no se entenderían sus espacios para la vida. Entre ellos, una novela que leyó en su adolescencia, El hombre de Alcatraz. “Me marcó muchísimo. No quise ver la película porque el recuerdo del libro era muy potente, como la lección que extraje: siempre hay una pequeña grieta por la que uno puede reconciliarse con la vida”.

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