Este pasado día 16 de junio, hemos tenido la triste noticia de la defunción de un gran arquitecto y amigo, con un curriculum muy amplio, que abarca desde multitud de obras, premios y publicaciones, así como sus años de docencia en la ETSAB.
Tuve la oportunidad de compartir con él muchas vivencias, todas ellas enriquecedoras, de un arquitecto que entendía la humanidad de la arquitectura como el principio fundamental de su trabajo. Un arquitecto que vivió de la luz del mediterráneo al que era tan afín. Compartimos inquietudes en mis años en la junta del FAD. Su experiencia de muchos años en esta institución, y en consecuencia sus consejos le dotaban de esa sabiduría que sin duda se hacía escuchar.
Más tarde tuve la oportunidad, desde el Consorci de la Zona Franca, de trabajar con él estrechamente en el edificio Eureka, en el campus de la UAB de Bellaterra. Un proyecto que junto con sus socios y colaboradores, Antoni Sala, Marta Casas y Clara Rincón, construimos de una forma impecable, como era él. Conocí, una vez más, un arquitecto y amigo, que durante la construcción del edificio, a veces compleja como cualquier otra obra, aportaba soluciones imaginativas para resolver cualquier tipo de problema, de una forma natural y sin incidencias. Todo ello gracias al respeto que se merecía por los técnicos, los industriales y contratistas. Un buen arquitecto que hacía que todo funcionara y bien.
Estas palabras son un pequeño reconocimiento hacia él y su compañera Pilar, en estos momentos tan dolorosos, pero que sin duda permanecerá en la memoria de todos aquellos que lo estimamos y admiramos. Descansa en paz amigo Norman.
Jaume de Oleza, arquitecto