Aconsejo a los jóvenes arquitectos que no se presenten a los premios FAD, pues ganarlo les haría prácticamente incompatibles con la contratación pública.
El señor Grau, director del Incasòl, advertía en L’Econòmic que no se siente “cómodo teniendo premios FAD en el diseño de viviendas VPO”. Parece que nadie se ha escandalizado, salvo Arquitectes per l´Arquitectura (AXA). Se da por hecho que la buena arquitectura es cara y caprichosa.
En La Vanguardia, el señor Barbeta escribió que las estaciones diseñadas por arquitectos de prestigio multiplicaron el coste de la L9: “Como no había dinero para pagar tan buen gusto, se adoptaron sistemas de financiación que han más que duplicado el coste de la obra”. Señor Barbeta, el dinero nunca ha estado muy asociado al buen gusto. Qué difícil es ser nuevo rico sin ser hortera. Pero lo grave es la opinión establecida e impulsada por altos cargos y algunos periodistas. La buena arquitectura no es cara. Lo son los grandes edificios banales y desesperadamente “originales” que han propiciado muchos políticos en busca de su propio prestigio. La buena arquitectura está llena de brillantes ejemplos de obras que extraen de la escasez de medios sus mejores recursos.
Sólo la arquitectura podrá encontrar los caminos para hacer obras económicas, útiles y bellas.
Article publicat al diari La Vanguardia el 20 de novembre de 2011