Publicat el 23 de febrer de 2014 a El Periódico
No sé si en estos años de crisis han aumentado o disminuido los textos teóricos o divulgativos sobre arquitectura y diseño urbano, atendiendo a que algunos temas en este campo han alcanzado un interés colectivo e incluso masificado al convertirse en ejemplos de la polémica política.Publicado el 23 de febrero de 2014 en El Periódico
No sé si en estos años de crisis han aumentado o disminuido los textos teóricos o divulgativos sobre arquitectura y diseño urbano, atendiendo a que algunos temas en este campo han alcanzado un interés colectivo e incluso masificado al convertirse en ejemplos de la polémica política. Me parece, sin embargo, que lo que realmente ha cambiado no es la cantidad sino el ritmo y la temática, la inmersión publicitaria, las interdependencias políticas y las exigencias de participación populares.
Así, se han impuesto unos discursos que se apartan de las síntesis filosóficas y de las propuestas metodológicas del diseño con la aparición de nuevos protagonistas, entre los cuales destacan los temas ambientales y energéticos y el equilibrio entre demanda y costes reales. Es decir, la base de la operatividad social y económica. Casi podríamos decir que los historiadores y los críticos actuales -y los profesionales ilustrados- han dejado de hablar de temas específicamente arquitectónicos -la forma, los usos, el barrio, la civilidad urbana-, abrumados por la prioridad de dos problemas: el medioambiente y las fórmulas especulativas en que acaban degenerando todas las ofertas.
Por eso es de agradecer que, en medio de esta situación, algunas editoriales hayan publicado -reedición o novedad- algunos libros que vuelven a plantear tesis y objetivos especialmente arquitectónicos. Por ejemplo, la editorial Reverté ha introducido en sus colecciones textos que son básicos para entender y discutir una teoría de la arquitectura en la que la arquitectura propia y explícita -una arquitectura sin adjetivos- vuelva a ser la protagonista. Hay dos que me parecen muy oportunos por lo que tienen de significación histórica: Espacio, tiempo y arquitectura, de Sigfried Giedion, y La arquitectura de la comunidad, de Léon Krier. La obra de Giedionsigue siendo, sin duda, el mejor análisis de la aparición de la arquitectura nueva, con toda la carga revolucionaria de la ruptura de reglas, costumbres y tradiciones. Es la mejor explicación del estallido de un estilo arquitectónico basado, precisamente, en la negación del estilo y en la afirmación de una moral. La relectura hoy, al cabo de más de 70 años de la primera edición, permite ver la permanencia del valor categórico de la arquitectura que se mantiene siempre como la base del conocimiento y del método.
Desde hace tiempo hablamos a menudo de ciertas crisis en el reconocimiento del diseño y la arquitectura modernos, en las que sobresalen dos significativas fluencias. La primera es la aparición de formalismos, amaneramientos y desviaciones culturales que apartan a la arquitectura de los principios éticos y estéticos de las revoluciones de la modernidad. A menudo las obras y los proyectos se olvidan de los propósitos de coherencia forma/función/sistema productivo, de la voluntad de realismo social y de limpieza ornamental, de pertenencia a un área de cultura figurativa. Es fácil que todos estos principios se vayan perdiendo y prosperen, en cambio, la arbitrariedad formal -el exabrupto más difícil y más inútil- y la proclamación de la extravagancia. Un camino lleno de trampas y deserciones. La otra fluencia crítica es la que teoriza la creación de un nuevo lenguaje que acepte simultáneamente la novedad radical y el mantenimiento de la tradición.
El libro de Giedion, ahora revisado, es un documento utilísimo para la defensa de la pureza formal y conceptual del movimiento moderno, porque su estructura informativa y conceptual es la más acertada y verídica en la abundantísima bibliografía sobre el inicio del movimiento. Una relectura de esta versión definitiva es el mejor instrumento para la cualificación del movimiento y la confirmación de su continuidad contra los argumentos pesimistas que la quieren ver dañada y en crisis. De la misma manera, el libro de Krier es la explicación más intensa y creativa de la aparición de lo que se ha llamado posmodernidad, otra crisis que, una vez superada, ha ayudado a ampliar los puntos básicos y añadir el respeto a la historia, con la cualificación de un urbanismo tradicional y el regreso a la manzana, el jardín y el monumento como los elementos indispensables para conseguir una ciudad real, una ciudad acumulativa con cohesión formal y significación propia.
Estos dos libros de la editorial Reverté tienen, pues, una función anticrisis que habría que aprovechar. Giedion, para hacernos retornar a la plenitud de los principios del movimiento moderno. Y Krier, para analizar la capacidad de adaptación de estos principios a la evolución de la realidad si esta realidad pertenece al mismo cuadro conceptual. Arquitecto.Me parece, sin embargo, que lo que realmente ha cambiado no es la cantidad sino el ritmo y la temática, la inmersión publicitaria, las interdependencias políticas y las exigencias de participación populares.
Así, se han impuesto unos discursos que se apartan de las síntesis filosóficas y de las propuestas metodológicas del diseño con la aparición de nuevos protagonistas, entre los cuales destacan los temas ambientales y energéticos y el equilibrio entre demanda y costes reales. Es decir, la base de la operatividad social y económica. Casi podríamos decir que los historiadores y los críticos actuales -y los profesionales ilustrados- han dejado de hablar de temas específicamente arquitectónicos -la forma, los usos, el barrio, la civilidad urbana-, abrumados por la prioridad de dos problemas: el medioambiente y las fórmulas especulativas en que acaban degenerando todas las ofertas.
Por eso es de agradecer que, en medio de esta situación, algunas editoriales hayan publicado -reedición o novedad- algunos libros que vuelven a plantear tesis y objetivos especialmente arquitectónicos. Por ejemplo, la editorial Reverté ha introducido en sus colecciones textos que son básicos para entender y discutir una teoría de la arquitectura en la que la arquitectura propia y explícita -una arquitectura sin adjetivos- vuelva a ser la protagonista. Hay dos que me parecen muy oportunos por lo que tienen de significación histórica: Espacio, tiempo y arquitectura, de Sigfried Giedion, y La arquitectura de la comunidad, de Léon Krier. La obra de Giedionsigue siendo, sin duda, el mejor análisis de la aparición de la arquitectura nueva, con toda la carga revolucionaria de la ruptura de reglas, costumbres y tradiciones. Es la mejor explicación del estallido de un estilo arquitectónico basado, precisamente, en la negación del estilo y en la afirmación de una moral. La relectura hoy, al cabo de más de 70 años de la primera edición, permite ver la permanencia del valor categórico de la arquitectura que se mantiene siempre como la base del conocimiento y del método.
Desde hace tiempo hablamos a menudo de ciertas crisis en el reconocimiento del diseño y la arquitectura modernos, en las que sobresalen dos significativas fluencias. La primera es la aparición de formalismos, amaneramientos y desviaciones culturales que apartan a la arquitectura de los principios éticos y estéticos de las revoluciones de la modernidad. A menudo las obras y los proyectos se olvidan de los propósitos de coherencia forma/función/sistema productivo, de la voluntad de realismo social y de limpieza ornamental, de pertenencia a un área de cultura figurativa. Es fácil que todos estos principios se vayan perdiendo y prosperen, en cambio, la arbitrariedad formal -el exabrupto más difícil y más inútil- y la proclamación de la extravagancia. Un camino lleno de trampas y deserciones. La otra fluencia crítica es la que teoriza la creación de un nuevo lenguaje que acepte simultáneamente la novedad radical y el mantenimiento de la tradición.
El libro de Giedion, ahora revisado, es un documento utilísimo para la defensa de la pureza formal y conceptual del movimiento moderno, porque su estructura informativa y conceptual es la más acertada y verídica en la abundantísima bibliografía sobre el inicio del movimiento. Una relectura de esta versión definitiva es el mejor instrumento para la cualificación del movimiento y la confirmación de su continuidad contra los argumentos pesimistas que la quieren ver dañada y en crisis. De la misma manera, el libro de Krier es la explicación más intensa y creativa de la aparición de lo que se ha llamado posmodernidad, otra crisis que, una vez superada, ha ayudado a ampliar los puntos básicos y añadir el respeto a la historia, con la cualificación de un urbanismo tradicional y el regreso a la manzana, el jardín y el monumento como los elementos indispensables para conseguir una ciudad real, una ciudad acumulativa con cohesión formal y significación propia.
Estos dos libros de la editorial Reverté tienen, pues, una función anticrisis que habría que aprovechar. Giedion, para hacernos retornar a la plenitud de los principios del movimiento moderno. Y Krier, para analizar la capacidad de adaptación de estos principios a la evolución de la realidad si esta realidad pertenece al mismo cuadro conceptual. Arquitecto.