Algunas de las obras más estimulantes construidas recientemente en zonas rurales han sido proyectadas con un afán similar: burlar la normativa existente
Publicado el 20 de febrero de 2015 en el diario LA VANGUARDIA
La sobreprotección de la cultura arquitectónica local puede tener efectos perversos. Por ejemplo, cuando genera una normativa que induce a construir en entornos rurales reproduciendo miméticamente el formato masía: es decir, casas con revestimientos de piedra y techo a dos aguas de teja envejecida, pero hechas en el siglo XXI. El área de La Lluena, en Camallera, es un escenario donde esta práctica es habitual. Abundan allí las casas levantadas a imagen y semejanza de la masía. Con dos diferencias: su uso, que suele ser recreativo, en lugar de productivo; y su implantación en el territorio, porque estas pseudo masías no presiden una propiedad con cultivos y pastos propios, sino que ocupan parcelas de dimensión reducida, una junto a otra.
Romper con esta constricción fue la primera idea de Anna y Eugeni Bach cuando recibieron el encargo de construir en La Lluena, y optaron por inspirarse en otra tipología local: la de la nave agrícola, un volumen de planta rectangular y cierta altura, una sucesión de pórticos en cuyo interior se distribuyen distintos elementos.
Vista desde fuera, la Casa MMMMMS recrea la hechura de tal tipología, con la particularidad de que en uno de sus extremos la estructura pierde los cerramientos (que alternan bloques de hormigón y piedra rústica), apuntando espacios para comedores y terrazas exteriores. Vista desde dentro, la obra sorprende por su distribución: los distintos volúmenes construidos definen zonas de actividad y se ordenan de tal modo que parecen asomarse a una trama de calles interiores, unas longitudinales y otras transversales, definidas estas últimas por aberturas a lado y lado que dan a la casa luz y vistas.
Esta obra es un ejemplo de vivienda hecha a medida, con recursos limitados y dedicación ilimitada; donde la colaboración con el cliente ha sido muy estrecha; y donde los arquitectos han trabajado con responsabilidad profesional y espíritu lúdico. Esto se transluce en un proyecto muy elaborado, que incluye el juego con las ventanas –una se transforma en sofá, otra en bañera, otra en mesa y otra se escapa de la casa–, con la disposición de tres lucernarios que completan la iluminación lateral y favorecen la climatización natural, con el gusto por el detalle y, en suma, con el disfrute del oficio.
Algunas de las obras más estimulantes construidas recientemente en zonas rurales han sido proyectadas con un afán similar: burlar la normativa existente. Pienso, por ejemplo, en la casa en Lles de Arturo Frediani, que en 2003 le valió el premio FAD. O, salvando distancias, en esta casa en Camallera de Anna y Eugeni Bach. La Administración debería pensar en ello. Y
obrar en consecuencia.
Foto de Eugeni Bach