El interiorismo comercial va a cambiar sustancialmente. Se acerca una nueva generación de espacios más afables y singulares
Publicado en El Periodico el 6 de mayo de 2020
Empezamos a ver cómo locales y bares intentan a la desesperada adaptarse a la nueva situación poscoronavirus. De momento son chapuzas para parchear las instalaciones actuales, pero intuimos que el interiorismo comercial va a cambiar sustancialmente. Se acerca una nueva generación de espacios más afables y singulares.
Por un lado, los locales deberán ganarse nuestra confianza antes de que pongamos un pie dentro. Va a ser primordial su reputación –no confundir con estar de moda–. Y una vez dentro deberán hacernos sentir seguros sin intimidación en el acceso ni ostentación hospitalaria en el ambiente. Los espacios van a desnudarse, vendrá un nuevo minimalismo higienista. Con materiales avanzados y tecnología integrada. Lugares donde percibas confort y seguridad. Pero también naturalidad y honestidad: neosimplicidad. Las tiendas serán menos abigarradas y con un circuito interior pautado; los restaurantes se volverán más pulcros y espaciosos, menos decorados, prestos a un servicio invisible –adiós al camarero charlatán sobre tu nuca–, con entrada y salida diferenciada, volcados hacia la fachada, cancha ideal para terrazas y mercadillos.
Y todo esto va a llegar por dos vías: por la normativa –obligatoria– y por la creativa –que es discrecional–. Sin duda van a endurecerse las normas, ya de por sí exigentes, pero a menudo innecesarias y hasta contradictorias –¡aísle más y ventile más!–. Hay que entender que la burocracia para las licencias seguirá su escalada, un ejército de gente vive de eso. Ahora mismo, nadie de la administración estatal, autonómica o municipal se atreverá a simplificarlas, que sería justo lo oportuno: aprovechar el impase para racionalizarlas.
Pero encajados los mil y un requisitos, quedará siempre margen para la imaginación, la posibilidad de un diseño genuino que comience de cero. Repensando qué significa ir a un local y pagar por algo que quieres, acudas por necesidad o capricho. ¿Qué nos empuja a ir a un sitio u otro? Se habla mucho de la experiencia como incentivo al ‘shopping’ presencial, pero hay experiencias simples positivas y otras prometedoras pero apabullantes y a la contra, frustrantes. No se trata solo de excitar al usuario –no confundir con consumidor–, no es un ‘punching ball’, para bombardearlo con ‘gadgets’ visuales. Hay que ofrecerle algo auténtico para que te elija, para que le valga la pena desplazarse. Además, decidir dónde comprar se está convirtiendo cada vez más en un arma. Como dice el gurú de la estrategia de marca Toni Segarra, a partir de ahora el consumo acentuará su importancia como acto ideológico y político. ¿Por qué acercarse a la tienda en vez de comprar ropa o comida ‘on line’? La gente ‘votará’ eligiendo cada sitio donde compre.
Y se va a buscar más la belleza. La estética es una cualidad que, sorprendentemente, en tiempos de incertidumbre y crisis, conmueve e imanta a la gente. La emoción de entrar en un espacio bello también viste y alimenta. A la mente, que es la que al final elige dónde entrar.