En record d’Oriol Bohigas i Guardiola
La bibliografía disponible sobre Oriol Bohigas es indudablemente voluminosa: no sólo la generada directamente por él, escritor prolífico desde su más temprana juventud, sino también la que pertenece a ensayos, textos de críticos, historiadores, comentaristas que en muchas ocasiones han glosado tanto la abundante producción de su estudio profesional, como sus contundentes tomas de posición en episodios decisivos de la historia de este país, destacando asimismo el papel sustancial desarrollado por el mismo en el desempeño de importantes cargos públicos.
Frente a esta copiosa presencia de informaciones y valoraciones ya conocidas, fijarse en su correspondencia privada permitiría vislumbrar algo distinto, interpretable como manantial subterráneo pero sin duda más inmediato en su elaboración, en sus plasmaciones específicas, en aquel característico y enérgico enfoque explicativo del autor, volcado en la presentación de ideas, posicionamientos beligerantes, críticas subversivas y meditaciones proyectuales.[1]
Para dar salida a su verve polémica, Bohigas ha optado casi siempre por la expresión literaria; una predilección por las letras demostrada desde sus primeros años con intensas lecturas de libros de historia y que parecía prefigurar incluso un posible futuro profesional:
“…cuando alguien me preguntaba qué iba a estudiar cuando fuera mayor, contestaba invariablemente que sería historiador, pero sobretodo del siglo XIX. (…) …a menudo pensaba que mi futuro podía ser la literatura, sin saber muy bien qué significaba.”[2]
Tanto es así que la decisión de matricularse en una escuela de arquitectura llegaría relativamente tarde, casi por sorpresa, y por influencia de su querido amigo – y desde entonces asiduo colega – Josep Martorell.[3]
Su inclinación literaria por otro lado se fue consolidando con el paso del tiempo mediante una producción incalculable de textos de reflexión, caracterizados tanto por el rigor en el tratamiento de los temas como por una calidad estilística innegable; todos ellos aspectos que pueden encontrarse, en una versión más doméstica, y sin embargo sugerente, en su epistolario.
Cartas éstas que demuestran asimismo la vocación universalista de su autor, puesto que el espíritu investigador de Bohigas, lejos de obstinarse en una práctica disciplinar autógena, se expande de forma omnívora: desde la política a la gestión administrativa, del arte a la historia, de la filosofía y la literatura a la vida cotidiana. En todo ello resalta, más que la identidad de una profesión que se consolida corporativamente, la plenitud deseada por un verdadero hombre de cultura, capaz de actuar en cada una de sus coyunturas vitales, sin obviar ningún campo de interés y de acción.
Ello determina su protagonismo continuo, su participación activa en las infinitas situaciones planteadas por lo contemporáneo, reafirmando un operari que trasciende cualquier barrera especialística y mantiene vivo el compromiso ineludible del intelectual en contextos a menudo ingratos. Ámbitos en los que deberá por lo tanto erigirse con determinación y prontitud la “ética” de quienes pretenden intervenir en la historia, aquel contenido ideal que dirige indefectiblemente nuestras acciones, habiendo asumido con convicción la responsabilidad de luchar por una transformación en positivo de nuestras condiciones existenciales.
Hay un hilo conductor que recorre estos testimonios personales: podríamos definirlo como la “conciencia” social y política del papel del intelectual y, en concreto, del arquitecto, mucho más allá de lo que constituye la escaramuza puntual en la que se enfrentan intereses o posiciones de un presente por definición efímero.
En la confrontación incansable con unos parámetros fundacionales se determina una manera de situarse en el mundo, con actitud vigilante y siempre participativa; por consiguiente, el impulso tenso y perpetuo a la actuación, el empeño volitivo en querer ver realizadas sus propias aspiraciones ideales, harán inevitable el compromiso “político” del sujeto, entendido en este caso tanto bajo su aspecto individual como colectivo, en la inaplazable multiplicación de los episodios en los que se pueda una y otra vez comprobar la instancia metamórfica y progresista.
Es como si ante la constatación de la imposibilidad de detectar en el conjunto de los trabajos proyectuales una invariante capaz de consolidar una identidad lingüística, de reunificar la multitud dispersa de los episodios constructivos, nos encontrásemos – en el caso de Oriol Bohigas y de sus cartas – en presencia de la verdadera Opera de su vida.
Llevada sin apelación, tanto en sus manifestaciones públicas como en las más privadas, hacia el logro de una satisfacción esencial; finalidad para cuya consecución serán lícitos los medios y estrategias que se consideren más oportunos. Se trata de una extraordinaria correspondencia entre pensamiento y acción, entre el mundo de la abstracción y el del empirismo, entre las prefiguraciones teóricas del Proyecto y sus materializaciones gratificantes en la Realidad.
Parafraseando lo que llegó a escribir hace ya algunos años la aguda pluma de Montserrat Roig: “Diseñador de espacios y volúmenes, Oriol Bohigas ha sido un perfecto diseñador de su propia vida.”[4]
[1] véase: Oriol Bohigas, Epistolario 1951-1994, edición de Antonio Pizza y Martha Torres, Colección de Arquilectura 50, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de la Región de Murcia, Murcia 2005.
[2] Oriol Bohigas, Combat d’Incerteses. Dietari de Records, edicions 62, Barcelona 1989; p.117.
[3] Oriol Bohigas, ib., p.197.
[4] Referencia al artículo de M.Roig, “Oriol Bohigas, diseñador de su propia vida”, Serra d’Or, Barcelona, Octubre de 1974, pp.83-87.