Seguimos construyendo como los romanos
Publicado en El Periodico el 23 de mayo de 2025
Imaginemos que cuando alguien se compra un coche, tuviese que llamar primero a un herrero para que le hiciese el chasis. Luego, a una empresa para comprarle el motor. Más tarde a un tapicero para hacer los asientos, a un vidriero para el parabrisas. Finalmente, contratar una marca de recauchutados para ponerle las ruedas. Y hacer todo el montaje en la calle, a la intemperie. Absurdo ¿no? Pues algo similar sucede con la construcción hoy en día. Se van añadiendo capas y capas una detrás de otra durante meses y meses. El sistema constructivo poco difiere tecnológicamente del de los romanos, que usaban ladrillos y cemento. Así se siguen haciendo la mayoría de edificios. La fase húmeda, la cimentación con hormigón, los forjados, la tabiquería, lastra de forma crítica un procedimiento que requiere un año y medio de promedio para poder ser habitado y con posibilidad de múltiples fallos.
No es solo un atraso monumental, sino un dispendio energético inadmisible. El sector de la construcción a pesar del gran boom que ha tenido en España, dando pelotazos siderales, sigue anclado en los procesos convencionales obsoletos. Las grandes empresas constructoras no han estado interesadas en avanzar en la racionalización, que lleva a abaratar el coste y reducir el tiempo de ejecución. La construcción es responsable, a nivel mundial, del 37% de las emisiones de CO2. Por tanto, cada vivienda terminada, aunque esté bien diseñada, aislada y consuma poco, ya nace con una grave mochila de déficit energético a sus espaldas.
En 1949 la pareja de arquitectos norteamericana Ray y Charles Eames concibieron su casa estudio, la mítica Case Study House nº 8, como un producto industrial. Todos los perfiles metálicos, recubrimientos y acabados, eran productos estándar de catálogo para ensamblar. No había fase húmeda. Desde entonces ha habido muchas propuestas de casas prefabricadas, modulares, industriales. Algunas notables en España, pero unifamiliares. Ahora llega el reto de la industrialización masiva en altura.
Sin duda, la construcción del futuro será robotizada offsite, en talleres cercanos, con un preciso control de calidad, y ensamblada onsite en pocas semanas. Un producto confeccionado y customizado a medida. Y lejos de lo que la gente percibe, industrialización no quiere decir amontonar contenedores de barco reciclados, no es homogeneización ni fealdad, sino todo lo contrario. Pero cambiar esta dinámica, que requiere una cuantiosa inversión y que trastoca todo el engranaje tradicional, es difícil. No es suficiente la concienciación que emerge desde postulados ecologistas. Es necesaria una nueva regulación estatal, que supere el obsoleto y burocrático CTE, Código Técnico de la Edificación, de 2006. España lleva mucho retraso respecto a Estados Unidos, países nórdicos o centroeuropeos. Y a años luz de las recientes experiencias en China, donde consiguen levantar un bloque de viviendas en un mes. Lo veremos tarde o temprano –más bien tarde– por aquí.