Frente a la eclosión de lo digital que experimentamos y utilizamos, recordar que la arquitectura, nuestro destino, tiene la misión de construir el mundo físico, real
Publicado en La Vanguardia el 2 de septiembre de 2020
Reflexionar sobre el futuro, desde una situación tan dura como la que vivimos, se presta a transitar por todo tipo de caminos no atractivos. En sus límites, el moralismo buenista o la reducción de horizontes del localismo reencontrado.
Intentaré evitarlos.
Un primer argumento, evidente, es la reflexión sobre el desarrollo de la globalización.
E imaginar la (¿ingenua?) posibilidad de que el libre movimiento del capital fuera controlado socialmente y tuviera una influencia positiva en la cualidad de vida general de los humanos y no supusiera, como ha sido el caso, la ampliación de la brecha del dinero y siendo el beneficio el único objetivo, la desaparición de la cualidad de las cosas y de la vida.
También, que fuera posible imaginar un mundo interconectado, donde pudiéramos encontrar todos un acomodo conjunto y no asistir al conocido espectáculo de la construcción de murallas y castillos que nos separan y aíslan.
Algunos argumentos más próximos a la arquitectura:
1. Frente a la eclosión de lo digital que experimentamos y utilizamos, recordar que la arquitectura, nuestro destino, tiene la misión de construir el mundo físico, real. El mundo de las sensaciones, del espacio, de la luz, de la materia. Cada vez más necesario e importante en un mundo virtual de la pura imagen efímera.
De especial relevancia en el futuro.
2. Me ha sido dado vivir el confinamiento y el cierre obligado por pandemia en un lugar remoto, sin casi presencia humana. Allí, llegando la primavera, se asistía al prodigioso despliegue de la naturaleza en su eclosión.
La naturaleza, como referente primero de la arquitectura, argumento ya planteado contemporáneamente desde múltiples lugares (ecología, ingeniería, sostenibilidad…), sin duda no dejará de crecer.
Nuestra tradición arquitectónica también puede exhibir orgullosamente en muchos momentos de la historia cómo la actividad constructora humana se ha basado en una relación inteligente, no depredadora, con el medio natural. Y que esta, transformándolo, ayudaba a su desarrollo.
Aunque sea quizás un lugar común, la interacción naturaleza-arquitectura será, es, argumento prioritario en el futuro (a evitar: el verbalismo político, el cinismo económico, los excesos maquinistas).
3. Las ideas dominantes sobre la ciudad resultan afectadas por nuestra experiencia reciente.
Tanto los mitos de la densidad, de la modernidad en delirante crecimiento…, como la nostalgia de la ciudad histórica del XIX, son referentes que convendría revisar.
También la mitología del transporte público y su opuesto, la destrucción del coche privado.
Debemos proponer nuevos modelos urbanos, que al tiempo que garanticen la interconexión y el intercambio, permitan el movimiento y el disfrute del espacio colectivo en condiciones seguras y atractivas.
La discusión sobre nuevos modelos urbanos no ha hecho más que empezar.
4. Finalmente, esta experiencia reciente, el confinamiento, nos ha puesto de relieve como experiencia directa, con las condiciones habitativas de las viviendas.
Sin duda variadas, con diversidades culturales (por ejemplo, la diferencia en el espacio doméstico entre Norte y Sur de Europa…) pero, a mi juicio, largamente necesitadas de nuevas reflexiones y propuestas de esta parte importantísima del entorno construido.
Excesivamente marcado por la pura avidez del capital y, en paralelo, por la congelación mental y la rigidez operativa de las normativas y los sistemas de control funcionarial públicos.
Probablemente las consecuencias de esta experiencia serán más visibles a medio y largo plazo que inmediatamente. Y serán sin duda fruto de acuerdos sociales donde los arquitectos, como especialistas en construir nuevas realidades, debemos proporcionar nuevas síntesis (proyectos) adecuados, necesarios, de transformación.
JOSEP LLUÍS MATEO Arquitecto, autor de la Filmoteca, el CCIB y la reforma del Ninot