Arropado por su madre y protegido por su padre, Ricardo cultivó la seducción como una poderosa arma para materializar su idea de proyecto. Como joven integrante del despacho de Ricardo Bofill estuve, más que seducido, fascinado por el personaje que fue para mí maestro y mentor.
La transición del proyecto arquitectónico que experimentó el Taller, desde las formas que pretendían estar arraigadas en la tradición catalana, -Sebastian Bach, Plaça Gregorio Traumaturgo o Nicaragua-, para más tarde pasar a la arquitectura capsular de Moshe Safdie, en los proyectos del barrio Gaudí en Reus, pero principalmente en el Xanadu o el Castillo de Kafka en Sitges, solo fueron los pasos iniciales para ir más lejos, introduciendo la combinatoria modular en los proyectos de la Muralla Roja y la ciudad en el Espacio de Madrid y Barcelona, con una primera fase ejecutada la del Walden 7. Estos importantes proyectos fueron solo el preámbulo del salto internacional del Taller que se inició en el año 1969 en Francia.
La emisión en la TV francesa de un reportaje sobre el barrio Gaudí dio pie a la visita a España de los directores generales de las Villes Nouvelles francesas que empezaban a construirse. La visita recorrió Calpe, Reus, Sitges en donde nos esperaba Ricardo y terminó en una cena fiesta en casa de Xavier Corberó. Los altos funcionarios de la administración francesa quedaron absolutamente seducidos por la obra y la experiencia que acababan de vivir.
Francia supuso un antes y un después del despacho de Ricardo Bofill, convertido tres años más tarde en Taller de Arquitectura, quien consolidó una estrategia de internacionalización con base en París, más integrada a los mercados que la recluida España celtibérica.
Si bien los inicios en ese país fueron difíciles con desengaños como el concurso de Evry 1 asociado a AUIA de Paul Chemetoff, Enrique Ciriani, Borja Huidobro entre otros, el proyecto de la Petite Cathédrale en Gercy Pontoise, el del Fort Saint Cyr, etc., unos encargos frustrados que suponían entrar de lleno en un mercado dominado por las ingenierías (hasta la ley de la arquitectura en Francia de 1977 un muy reducido número de edificios eran proyectados por un arquitecto). Finalmente la construcción en el sector des Trois Villages en la Ville Nouvelle de Saint Quentin, de les Arcades du Lac y Le Viaduc, dieron a Bofill la garantía de la buena ejecución de un proyecto, que hasta entonces se ponía en duda por el poderoso clan de las ingenierías francesas. En este proceso mucho tuvo que ver otro ingeniero de l’Ecole Politechnique de Ponts et Chaussées, Serge Goldberg, mi director en la Ville Nouvelle, y principal valedor en Francia de la obra del Taller.
Estas construcciones también fueron el inicio de la llamada arquitectura neoclásica o post-moderna del Taller, que si bien ha sido mil veces criticada esconde un principio constructivo que por poco conocido quiero reivindicar.
Para Ricardo Francia representaba la industria de la construcción y para edificar en este país su idea era la de fundamentarse necesariamente en la prefabricación pesada. Una industrialización ya contemplada en los bloques realizados en la posguerra, mediante los encofrados deslizantes y paneles prefabricados en los cerramientos de fachada. Sin embargo, la edificación de los Grands Ensembles se materializaba en fachada mediante la sujeción de paneles idénticos y repetitivos, que marcaban unas juntas, las cuales se hacían evidentes en su unión a la altura de los forjados y lateralmente en el ancho del propio panel. Bofill, fiel a su idea de reutilizar la prefabricación pesada, quiso sin embargo evitar la imagen de añadido, de ser unos elementos prefabricados independientes, de ser unos componentes adheridos al frente de la edificación. Para ello debía de encontrar la forma de esconder las imprescindibles juntas existentes entre los paneles componentes de la fachada.
En este marco el estilo neoclásico fue su gran hallazgo y aliado, y su excusa la aplicación de este estilo en la Ville Nouvelle de Saint Quentin en Yvelines (capital de la región Versalles) y más tarde en la fallida operación de les Halles, con un proyecto de integración formal al contexto edificado haussmaniano. De este modo, la composición neoclásica, gracias al uso en el edificio de la gran escala compositiva, con sus molduras, cornisas, frisos, metopas o macro triglifos y negativos, le permitían ocultar las obligadas juntas entre paneles. Unos paneles prefabricados que alcanzaban dimensiones de hasta tres plantas de altura y de una anchura suficiente para facilitarle ocultar sus uniones. En definitiva una especie de clind’oeil a la grandeur neoclásica francesa, para esconder en el año 1975, todo un discurso arquitectónico de modernidad basado en el uso de la prefabricación.
Foto: Les Arcades du Lac – Ville Nouvelle de Saint Quentin en Yvelines.