No es la única ciudad con piezas que le dan carácter: no nos creamos erróneamente excepcionales. Quedan cinco años para mejorar la imagen por la que ha sido elegida capital mundial de la arquitectura
Publicado en El País el 3 de septiembre de 2021
Parece que ya es inevitable. Barcelona, a propuesta de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) en su última reunión, y con el apoyo del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, la Generalitat de Catalunya, el Ayuntamiento de Barcelona, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España y el Colegio de Arquitectos de Catalunya
(COAC), será capital mundial de la arquitectura dentro de cinco años. Aunque no sepamos muy bien para que puede servir una cosa así, irremediablemente va a ocurrir. Queda ver qué acuerdan estas instituciones y cual de ellas auspicia el evento. Una de las piezas de la presentación de la candidatura, ha sido un vídeo sobre Barcelona con el título One today, one tomorrow [un día, un mañana, en español] y que hemos de pensar que ha jugado un papel importante para haberlo logrado. El vídeo nos da la oportunidad de asomarnos a la visión que tienen la UIA, el COAC, y el resto de
instituciones, de los valores de esta ciudad y de sus ciudadanos, y también, claro está, de la arquitectura y particularmente de la arquitectura de Barcelona.
Creíamos que los intentos de implicar a la ciudadanía en este tipo de “retos”, eran historia, algo del pasado olímpico de esta ciudad, pero el vídeo, la candidatura y el logro, lo desmienten rotundamente. La forma del vídeo, la presentación fragmentada de secuencias publicitarias y los danzarines bailando frente a edificios emblemáticos, convierten este spot en un sucedáneo de dudosa calidad frente a los de Font Vella, Coca Cola, o Alain Afflelou, de la televisión. A pesar de querer presentar algunos rasgos de la realidad actual, el vídeo destila básicamente el encumbramiento de lo singular y lo excepcional, mediante una suma de fotogramas de edificios icónicos, de los que generalmente abominamos los que pensamos en la arquitectura como algo útil y hermoso. Edificios y situaciones que
son los responsables de una visión de la ciudad que, aunque real —ya que existen—, resulta edulcorada y falsa en conjunto. Con la tutela de estos edificios, los danzarines se mueven usándolos como una escenografía. No hay finura. Cuando George Perec ensayó en 1975 un retrato del espacio público en su Tentativa de agotamiento de un lugar parisino, escribiendo, no sobre los edificios, sino sobre la gente ocupada en sus quehaceres cotidianos, mediante telegráficos apuntes mostraba que ya hay bastante sensibilidad en cómo alguien baja del autobús o lleva una caja de dulces, allí nadie baila llamado la atención, solo parecen hacerlo las palomas al alzar el vuelo frente al Saint Sulpice. Deberíamos buscar la arquitectura de una ciudad en las películas, documentales o noticiarios. En ellos la arquitectura está en un segundo plano: es un fondo, el escenario para la vida, y no un spot acorde con los que afirman y piensan
en Barcelona como una marca.
La belleza de una ciudad no es cosa únicamente de su arquitectura, es el resultado de una combinación armónica de personas, árboles, edificios, pájaros y vehículos, sin protagonistas principales. Debemos buscar la belleza en la vida cotidiana, que no necesita ni bailes ni tampoco música, le basta con el sonido de la ciudad. Promover lo contrario, como hace este vulgar vídeo, es perseguir una idea de ciudad-expo, una ciudad llena de excepciones y permanentemente en domingo —como la viven precisamente los turistas—. Ahora en el centenario Berlanga, no podemos evitar la comparación entre Bienvenido Mister Marshall y este video y su argumento. Los habitantes de Villar del Río también pretendían “conseguir el premio” transformando el pueblo y a ellos mismos en un cuadro flamenco. Al
final, los americanos pasaban de largo, y la voz en off de Fernando Rey explicaba el chasco y nos consolaba a todos. Aquí, si no lo remediamos nadie nos consolará.
Hay también algo preocupante tras el retrato que hace el vídeo de esta ciudad y su arquitectura. Son los evaluadores de este tipo de candidaturas, que en este caso podríamos considerar simétricos al vídeo. Está fuera de discusión que hoy hay muchas ciudades con valores innegables y con piezas de arquitectura que han ayudado a darles carácter, así que Barcelona no es única en este sentido. Todos los retos que tiene la capital catalana los tienen hoy muchas ciudades y muchas están muy comprometidas en conseguirlos. No nos creamos erróneamente únicos, busquemos la excelencia, pero no este tipo de excepcionalidad. Si los que nos evalúan han visto en el vídeo algo tan positivo como para premiar la candidatura, deberíamos preocuparnos seriamente por el cliché al que hemos sido reducidos. Estaría bien pensar que tenemos cinco años para cambiar este cliché.