El Govern de la Generalitat ha emprendido la revisión del decreto de habitabilidad publicado en 2009. Este decreto establece las dimensiones y equipos mínimos de la vivienda en Cataluña. El documento fue fruto de un largo y amplio debate entre todos los afectados. La revisión responde a las presiones de los promotores, presiones que, a nuestro entender, llevaron al President a prometer esta revisión del Decreto en la inauguración del pasado Construmat.
Al parecer, los promotores consideran que el decreto del 2009 había aumentado excesivamente las superficies exigibles respecto al redactado del 2003.
En la nueva norma la vivienda mínima seguirá siendo de cuarenta metros pero así como hoy en esos cuarenta metros solo puede hacerse un dormitorio, con la nueva se podrán hacer tres en poco mas de 46 m2, desde luego en menos de 50m2. Lo grave es que lo que busca la modificación es convertir esos compartimentados cuarenta y tantos metros en la vivienda por antonomasia, la vivienda para toda la vida.
En este sentido, la propuesta ignora completamente todo el debate arquitectónico de los diez últimos años sobre las formas y el programa de la vivienda contemporánea en aras de unas ventajas económicas que se conseguirán gracias a la ignorancia y la necesidad del consumidor. Siempre hemos defendido que la gente tiene que comprar metros, no dormitorios. El nuevo decreto modificado promueve una reforma que intenta meter más dormitorios para que la gente siga comprándose una vivienda de 3 dormitorios por el mismo dinero, pero con menos metros.
En efecto, como todo el mundo sabe después de la crisis, la vivienda vale lo que pueden pagar dos personas con la mitad, o más, de su sueldo capitalizado a veinticinco o treinta años. Si se acepta esta propuesta se podrán comercializar como viviendas familiares espacios que hasta ahora solo podían compartimentarse como “estudios” o apartamentos de ocupación temporal.
Resulta difícil defender la dignidad del alojamiento desde estas premisas, sobre todo porque hoy el programa de estar y tres dormitorios no describe la mayor parte de las formas de vida de los grupos ocupantes.
¿Para qué queremos un tercer dormitorio de 6m2 en una familia con un hijo?¿Para convertirlo en ese trastero que no nos han dado? Y ¿qué adolescente puede vivir en 6m2 con la intimidad, el equipo para deportes y la dotación electrónica que hoy parece inevitable?
El recurrente debate de la compartimentación nace de un objetivo externo: la necesidad de impedir que los promotores vayan demasiado lejos en su jibarización de la vivienda. Pero nos hemos dejado llevar a un terreno de lucha equivocado. Una persona puede alojarse en muy pocos metros. No tiene sentido que la misma norma pida veinte metros para la vivienda existente y cuarenta para la nueva.
En general, creemos que la propuesta de modificación debiera establecer objetivos capaces de atender las necesidades del momento del mercado inmobiliario sin menoscabo de la calidad de la vivienda y el papel social de su arquitectura. En este sentido, ¿No sería suficiente con definir el volumen, la longitud mínima de fachada y el equipo elemental para fijar lo que es una vivienda?¿No corresponden al CTE los temas de ventilación e iluminación? ¿No sería lógico que sobre esa mínima definición de vivienda hubiese un acuerdo entre autonomías para racionalizar el trabajo tanto de los proyectistas como de las administraciones?
Todos estamos de acuerdo en que la “vivienda para toda la vida” debe tener una superficie amplia, probablemente más de setenta metros cuadrados. Pero también es evidente que además deberían poder promoverse apartamentos, unidades habitacionales, estudios, o como queráis llamarlos, de menor superficie. La propuesta de modificación ya incluye una “vivienda dotacional” de treinta m2 de la que solo está mal el nombre, eso no es una “vivienda”.
El error es defender ese tamaño mínimo de la vivienda desde la suma de las superficies de sus locales. La compartimentación es engañosa, casual y perecedera. No tiene por qué ser limitada y única. Para evitar la promoción de engañosas réplicas de una vivienda convencional a escala mitad solo es necesario que se exija por debajo de los setenta metros una autorización específica de la administración y unos precios controlados por ésta. De lo contrario una vivienda acabará siendo cualquier cosa que se pueda pagar con dos sueldos.
A lo largo de su tramitación el “recorte” se ha suavizado y, quizás gracias a presiones como las que hemos sabido que está haciendo el COAC, las superficies mínimas no son tan escasas como lo eran inicialmente. Pero ya que la publicación de las modificaciones parece inminente, e inevitable, podríamos solicitar a la administración que inicie un debate amplio y profundo que conduzca a una normativa muy sencilla, nada “defensiva” y que esté respaldada por una política de vivienda coherente con la evolución de nuestras formas de vida. Invitamos al Govern de la Generalitat a que tome en consideración el largo debate que hemos tenido sobre la vivienda y a que el amplio prestigio de la arquitectura residencial catalana se vea reflejado en este nuevo ciclo que ahora iniciamos.
Hoy, cuando al parecer se está iniciando un movimiento para la convergencia de las normativas de habitabilidad autonómicas, Cataluña da un primer paso, un paso absolutamente equivocado, con el que abandona un liderazgo cultural que le corresponde por la historia reciente y pasada de su arquitectura residencial y la vivienda social. Todos perdemos cuando se retrocede de esta manera en el camino de la adecuación de la vivienda a las diversificadas y complejas necesidades del alojamiento en la sociedad contemporánea.
La junta directiva de AxA
Ignacio Paricio, Ramón Sanabria, Pere Joan Ravetllat, Eduard Gascón y Josep Maria Gutiérrez.