Publicado el 6 de Noviembre en La Vanguardia – CULTURAS
Existe una buena tradición de experimentos de vivienda en diversos países del mundo, que nos demuestran las dificultades de unas búsquedas, a menudo boicoteadas por los intereses del sector inmobiliario. Recordemos el caso del arquitecto, urbanista y contratista francés Fernand Pouillon (1912-1986), quién llegó a construir 50.000 viviendas racionalistas en la posguerra. Los sistemas constructivos que utilizaba ahorraban tiempo, conseguían máximas prestaciones y los pisos se vendían a precios más bajos que el mercado. La obra que le hizo famoso fue el conjunto portuario de La Tourette en Marsella (1949-1953). Pero su posición tan honesta y social le convirtió en una nota disonante y peligrosa para la competencia. En los años sesenta, los promotores inmobiliarios de la región parisina se pusieron en su contra y no pararon hasta conseguir juzgarlo y que fuera condenado a prisión unos meses. También proyectó y construyó viviendas en Argelia e Irán.
El ejemplo histórico más conseguido fue el PREVI (Proyecto Experimental de Vivienda) en Lima (1965-1975), aunque no ha empezado a ser reconocido hasta hace unos 10 años. Antes se había corrido un tupido velo sobre un experimento de vivienda popular evolutiva en el que participaron, por primera vez en la historia, los mejores equipos internacionales de arquitectos: James Stirling, Aldo van Eyck, Atelier Five, Candilis, Josic y Woods, Christopher Alexander y muchos otros. Aunque se realizó sólo una parte de lo previsto, hoy el PREVI es un barrio popular de mucha calidad de vida, tanto en las viviendas, que han ido evolucionando, como en el espacio público, totalmente peatonal. En este caso se pusieron de acuerdo los sociólogos y arquitectos que lo promovieron, encabezados por el arquitecto Peter Land; el poder político, con un presidente arquitecto, Fernando Belaunde Terry; el Banco de Crédito de Perú; y la ONU.
Aunque la arquitectura también avanza con las propuestas no realizadas, el siguiente concurso internacional, para mejorar la situación del barrio autoconstruido de Tondo en Manila, habitado por familias dedicadas a la recolección de basuras, fue un fracaso, ya que no se realizó nada. Entre marzo de 1975 y febrero de 1976, dos de las revistas más influyentes de arquitectura, Architectural Record y L’Architecture d’Aujourd’hui, crearon la Architecture Foundation con el objetivo de promover en Tondo el Concurso Internacional para la mejora del medio ambiente urbano en países en desarrollo. Se presentaron 2.531 propuestas y se seleccionaron 476. El ganador fue Ian Athfield, de Nueva Zelanda, proponiendo una especie de ciudad orgánica, hecha con casas que respondían a la forma de vivir de las familias del lugar y que reconocían su herencia tipológica. Dicho barrio hubiera sido energéticamente autónomo: cada casa formaba parte de granjas que generaban su propia energía, con cocinas comunitarias y cultivos, molinos eólicos y compost, recogida de agua de la lluvia y espacios para recolección y separación de residuos en los límites del barrio. El problema de esta iniciativa fue la falta de contacto con agentes locales (gobierno, universidad, asociaciones vecinales, entidades civiles) que la pudieran llevar a cabo.
Un experimento relativamente reciente es el conjunto de viviendas Space Block en Hanói, Vietnam (2003). El proyecto, encabezado por el arquitecto japonés Kazuhiro Kojima, ha sido resultado de la colaboración entre investigadores de la Universidad de Ciencias de Tokio y de la Universidad Nacional de Ingeniería Civil de Hanói. Se pensó para un emplazamiento real, una típica gran manzana de la famosa y comercial calle Hang Bo, con docenas de parcelas muy estrechas y profundas, característica predominante tanto en Hanói como en todo Vietnam. Ello ha llevado siempre a unas viviendas insalubres, que se desarrollan a lo largo de pasillos interiores, sin luz ni ventilación. El proyecto preveía racionalizar esta tipología, vaciando un 50% del volumen total de la parcela, para situar la vivienda en cuatro niveles, con abundancia de patios y terrazas, y con un corredor interno, bien iluminado y ventilado, dando acceso, a través de zaguanes, a cada una de las viviendas, consiguiendo una densidad adecuada a la ciudad. La fachada a la calle está resuelta con lamas graduables. Este sistema poroso de patios y zaguanes permitiría una ventilación natural permanente en un clima muy húmedo y un control de la luz natural, ahorrando en coste de energía y reduciendo las emisiones de calor al entorno.
La opinión de los vecinos
Sin embargo, los residentes no estuvieron de acuerdo y no pudo realizarse el proyecto, por lo cual finalmente se construyó como prototipo, un paralelepípedo exento, en el Campus de la misma Universidad de Ingeniería Civil, donde también se enseña arquitectura y urbanismo. Sin embargo, al no estar situado en la ciudad real sino dentro de la universidad resulta un objeto extraño, y al no haber tenido una gestión inteligente, no viven personas sino que funciona como sede de departamentos y edificios de empresas del mundo de la construcción.
Curiosamente hay experimentos que han funcionado bien pero que, posiblemente por lo mismo, no son nada divulgados, como el Tunal Experimental (1972) en Bogotá, dirigido por la arquitecta de origen húngaro Emecé de Murcia. Sin llegar a una densidad muy alta, de 120 viviendas por hectárea, el Tunal experimental se sitúa sobre una trama de 3,20 x 3,20 metros, y agrupa viviendas multifamiliares hasta 4 pisos, con un acceso desde el espacio público, cada una de ellas mediante escaleras en fachada y patios en altura que permiten introducir crecimientos progresivos o espacios productivos. Hoy es un barrio bastante transformado, con mucha vida urbana, colorido y locales comerciales.
Y el experimento reciente más reconocido es el Elemental Chile, promovido por la ONG Elemental Chile, fundada por Alejandro Aravena junto al arquitecto Pablo Allard y al ingeniero Andrés Iacobelli, que propuso el 2003 retomar la tradición de concursos internacionales para repensar la vivienda social y evolutiva. El concurso fue un éxito y estuvo organizado con el apoyo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santiago de Chile y la GSD (Graduate School of Design) de Harvard en Boston, con ayuda económica de la Fundación Rockefeller. Al gestionar el concurso Elemental, Aravena conceptualizó previamente los cuatro tipos de poderes que confluyen en la arquitectura -económico, político, mediático y social- y los incorporó al proyecto. Su objetivo fue lograr sintonizar la agenda del Poder Económico y el Poder Político, comunicarse con el lenguaje del Poder Mediático y, sobre todo, entender las aspiraciones y necesidades del Poder Social.
El objetivo de Elemental era cambiar el tipo de vivienda social y su localización, para que se construyera en todo Chile. Al mismo tiempo que se desarrollaba el concurso, Aravena realizó un proyecto piloto en la Quinta Monroy, Iquique (2003-2004), que se ha demostrado muy acertado y apropiado para la población. Sin embargo, para que Elemental sea un modelo aplicado de manera general encuentra la barrera de la inercia administrativa y de los promotores privados de vivienda social. De las siete propuestas del Elemental se han podido realizar cuatro y se han tenido que abandonar tres.
Todos estos experimentos tienen gran valor y dejan claro que se han de dar unas condiciones especiales de sintonía y acuerdo entre los distintos agentes, poder económico, administrativo, mediático y cultura arquitectónica, que son muy difíciles de conciliar. Estas dificultades hacen, además, que tener información de sus éxitos y fracasos y, sobre todo de los porqués, sea tremendamente difícil y sean muy fácilmente manipulables los resultados, en el sentido que sea.